Colección
Banco de España Madrid III 2000
- 2000
- Copia cromógena sobre papel
- 150 x 120 cm
- Edición 2/6
- Cat. F_27
- Adquirida en 2001
La obra fotográfica de Candida Höfer se ha definido como el retrato de una «arquitectura de la ausencia» por su recurrencia a espacios públicos o semipúblicos carentes de toda presencia humana. Tal ausencia no significa, no obstante, que no haya en ellos una huella, una impronta de quienes han transitado estos espacios, como si al observarlos se esperase la llegada de personas y la activación de sus funciones cotidianas o del aparato institucional que representan. La serie de fotografías tomada en el Banco de España en el año 2000 revela ese mismo interés, al que se añade el hecho de tratarse de una institución que, aunque pública y dados los requisitos de seguridad inherentes a su función, es percibida como lugar de difícil acceso. En ese sentido, Höfer escoge tres tipologías de espacios en función de su accesibilidad: dos de representación pública (la escalera principal y la biblioteca), dos de acceso limitado (el antiguo archivo histórico y el acceso a los ascensores de la cámara del oro) y uno de usos variables en el tiempo (el vestíbulo de Cibeles, entrada natural de público al edificio antes de la ampliación inaugurada en 1936).
En el mismo año 2000, Höfer realizó fotografías en otros espacios de poder y representación institucional en España, como los interiores de los palacios reales de Madrid y Aranjuez. La imagen de la escalera principal que da acceso al edificio tradicional del Banco desde el paseo del Prado tiene en común con aquellas su manera de acentuar una cierta opulencia hoy en desuso, propia del modo de entender la arquitectura institucional en el siglo XIX, una noción que parece fijarse en las vetas y texturas de los mármoles de Carrara de la escalera ante la mirada del busto de José Echegaray tallado por Lorenzo Coullaut, aislado en su rotonda como un vigía del vacío que lo circunda. Una cierta serialidad en los elementos (el ritmo visual de los escalones, de las balaustradas y del resto de detalles decorativos que confluyen en la abertura central) permite a Höfer ahondar en lo reiterativo, en la búsqueda de un orden interno en la arquitectura, algo que se repite en las filigranas de hierro dulce de la biblioteca, antiguo patio de operaciones del edificio diseñado por Eduardo Adaro a finales del siglo XIX. Pero donde más se imprime ese carácter serial que muestra el interés minimalista del magisterio de Bernd y Hilla Becher heredado por Höfer es en la imagen del archivo histórico, con un marcado punto de fuga donde acaban las líneas de los compactus con documentación y los huecos rítmicos de las ventanas, tal como era su estado antes de la reciente renovación completa del espacio por parte del estudio de arquitectura Paredes Pedrosa. De modo que, además del valor intrínseco de las obras como parte del corpus fotográfico de Candida Höfer, las imágenes documentan los espacios en un momento determinado de su historia, dentro de un edificio que experimenta importantes cambios en su interior para actualizar y adaptar sus dependencias a las diversas funciones que allí se desarrollan.
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