Alegoría del Sagrado Corazón de Jesús
- c. 1775
- Óleo sobre lienzo
- 61 x 43 cm
- Cat. P_82
- Adquirida en 1975
Aunque el interés de esta obra reside ante todo en su significado y en su valor iconográfico, Alegoría del Sagrado Corazón de Jesús es también representativa (y al tiempo peculiar) de una cierta atmósfera estética dieciochesca: el refinamiento de los tonos, en delicada gama de verdes fríos y rosas nacarados, remiten al mundo rococó y de la decoración artificiosa y preciosista que conquistó ciertas tendencias pictóricas y ornamentales del Siglo de las Luces en la transición hacia el neoclasicismo. Se debe a Luis Paret y Alcázar, pintor prometedor durante la segunda mitad de la centuria, pero olvidado a causa de las peripecias vitales que lo alejaron de la corte.
Paret, en este lienzo, hermana dos motivos diversos. De una parte, el triunfo del Niño Dios sobre el Mundo —entendido como uno de los enemigos del alma y representado por la esfera— y el Demonio —la serpiente que a ella se enrosca—; y de otra, el Sagrado Corazón inflamado en llamas y encadenado por el amor. Al dar a conocer la obra en 1961, tras adquirirla de la Colección Bosch, el especialista Xavier de Salas subrayó ya la probablemente intencional fealdad del Niño Dios y de las cabezas de ángeles que lo acompañan, en contraste con la delicadeza casi exquisita de las flores y de otros detalles, como los pajarillos de la enramada. Pero más allá de aspectos visuales y de la sorprendente decisión del artista de aplicar una estética propia de la pintura galante a un tema religioso, quizá lo más reseñable es el aspecto iconográfico, pues es en el siglo XVIII cuando se configura definitivamente el motivo del Sagrado Corazón como objeto devocional independiente, aunque surgido en la segunda mitad del siglo precedente.
El motivo primero partía de una gran tradición contrarreformista que el Barroco magnificó. Desde un grabado de Jerôme Wierix de 1610 hasta las composiciones de Antonio de Pereda (1644, iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas, Madrid; c. 1640, iglesia de Arc et Senans) o de Antonio van de Pere (1669, iglesia Magistral, Alcalá de Henares), el tema del Sagrado Corazón asociado a la infancia de Cristo es motivo frecuente en la iconografía piadosa, aunque casi siempre se representaba al Niño abrazado a la cruz para encarnar de manera más palmaria el sentido de la redención por el sacrificio.
La novedad dieciochesca está en el tono «amoroso» del tratamiento dado a la figura infantil. Ya Salas, de manera acertada, intuyó todo lo que Paret debe, consciente o inconscientemente, a François Boucher en este tipo de composiciones. Junto al Niño de Pasión de los duques de Sueca, publicado también por Salas, y otro sito en el convento de San Clemente de Toledo, constituye un testimonio vivísimo de la devoción cortesana de su tiempo y del arte preciosista de Paret al servicio de algo que evidentemente no era de su preferencia.
Comentario actualizado por Carlos Martín
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