En esta composición, el artista Carlos Aires hace un guiño a la película Reflections in a Golden Eye dirigida por John Huston, en la que un gran ojo mira al espectador y el espectador se ve reflejado en él. Al situarnos frente a esta obra, el observador puede contemplar su propio reflejo sobre el acero dorado, al tiempo que es observado por las decenas de ojos que conforman la pieza. Estos motivos están tomados de efigies, mayoritariamente masculinas, que aparecen en billetes reales en circulación en algunos de los países más ricos del mundo. Gracias a su acabado brillante, la composición recuerda los retablos barrocos de las iglesias cristianas, en una clara alusión al dios contemporáneo por excelencia: el dinero.

La representación del ojo es un símbolo de origen egipcio relacionado con la vista, la luz, la sabiduría y el espíritu, interpretado también por la religión católica como la vigilancia y la providencia de Dios sobre la humanidad. Es frecuente su uso en los billetes. Por ejemplo, en el reverso de los de un dólar estadounidense aparece como el Ojo de la providencia, inscrito dentro de un triángulo, en la cúspide de una pirámide. La imagen del ojo también hace referencia al personaje mitológico de Argos, el guardián vigilante, presente en los uniformes de alguno de los personajes de la galería de retratos del Banco de España, como Francisco de Cabarrús, obra de Agustín Esteve, y Ramón de Santillán, de Gutiérrez de la Vega.

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