Plaza Urquinaona
- c. 1950
- Óleo sobre lienzo
- 50 x 61 x 2 cm
- Cat. P_93
- Adquirida en 1975
Se dice que debido a su labor como ayudante de escenografía cuando era todavía muy joven, Emilio Bosch no tardó en dar muestras más que sobradas de su habilidad en la plasmación de perspectivas urbanas. De modo que el hecho de ser autodidacta le permitió traspasar al lienzo y, a través de su manera de entender la pintura, profundizar en torno al concepto de espacio, al que se enfrentó desde un terreno ajeno, como podría ser el de las artes escénicas.
Aunque hacia finales de su vida la producción pictórica de Emilio Bosch i Roger se decanta abiertamente por la abstracción sobre la base de motivos figurativos, aquello por lo que el artista sigue siendo recordado es por su adscripción a dos de los géneros pictóricos más clásicos y emblemáticos: el bodegón y, sobre todo, el paisaje. Un paisaje que, si al inicio de su carrera se circunscribe al ámbito rural denotando una clara influencia de Paul Cézanne y su realismo esquemático, no tarda en sucumbir ante la realidad de una ciudad que, como Barcelona, le ofrece una serie de ricos contrastes a los que el pintor no se puede negar abordar.
Caracterizada por la enérgica rapidez de su trazo, así como el eterno juego de líneas verticales y horizontales o la capacidad de captar el misterio y la emoción de la luz de una manera tan personal como inconfundible, esta vista de la plaza de Urquinaona de Barcelona, captada por el artista de modo instantáneo y absolutamente resolutivo, es una razón más que suficiente como para comprender por qué hacia principios de los años cincuenta Bosch ya era considerado uno de los grandes intérpretes de la fisonomía de la ciudad condal, así como uno de los mejores exponentes de la pintura contemporánea catalana en el género del paisaje.
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