José María Quiñones de León y Vigil, III marqués de Montevirgen y III marqués de san Carlos

José María Quiñones de León y Vigil, III marqués de Montevirgen y III marqués de san Carlos

  • 1841
  • Óleo sobre lienzo
  • 128 x 95 cm
  • Cat. P_32
  • Adquirida en 1975
  • Observaciones: Existe una réplica en busto en la colección Mateu Pla (74 x 58 cm) que se expuso en el Palau de la Virreina. Se conoce una réplica de la cabeza en el castillo de Peralada. Procedencia: Colección Duque de Palencia
Por:
Carlos González Navarro

Nacido en Toral de los Guzmanes (León), el 2 de febrero de 1788, José María fue el único heredero varón de una estirpe ennoblecida por Carlos III por su fidelidad a los Borbones desde los tiempos de la Guerra de Sucesión. Entroncados luego con el apellido leonés de Quiñones de León, su familia ejerció el mayorazgo entre los valles de Omana, Luna y Babia. Sus orígenes sitúan al modelo de este retrato en sus tierras de León, donde arrancó su ascenso económico y político, y se afirmó como uno de los poderes locales más determinantes, pleiteando incluso con el corregidor y el Ayuntamiento.

Aunque colaboró con la resistencia contra la invasión francesa, Quiñones no comenzó su verdadera carrera política hasta el Trienio Constitucional, cuando estableció lazos con el que fuera ministro de Hacienda entonces, el también leonés Felipe Sierra Pambley (1774-1823), que lo reclamó como oficial de la Secretaría de Hacienda. Tal y como ha observado Aguado Cabezas, su comportamiento fue el de un hacendado y notable liberal, que se opuso a cualquier elemento que limitara la libre actividad económica. Siempre según esta autora, su comportamiento político y económico estuvo mediatizado por su cómoda posición libre de las deudas de los grandes aristócratas y así, sin censos ni préstamos, pudo centrarse en una carrera en la administración pública que le permitió beneficiar sus propias actividades privadas. Adquirió fincas procedentes del clero de manera selectiva, de forma que convirtió su explotación en un modelo económico decimonónico, atento siempre a las informaciones privilegiadas que le proveyó su influencia en la corte y también a conservar su posición predominante en tierras leonesas. Allí, además, ejerció un férreo protectorado local —en cierto modo modélico— que le permitió controlar la prensa y el resto de poderes locales, protegiéndose de las críticas a su gestión política y a sus responsabilidades frente a distintas irregularidades.

Durante su actividad como parlamentario en las Cortes del Estatuto Real (1834-1836) se distinguió por amparar las propuestas políticas y administrativas más modernas y directamente dirigidas a la conclusión del Antiguo Régimen. Desde 1835 ocupó la dirección de Rentas Provinciales, en la que se alineó con el liberalismo moderado. Fue nombrado ministro de Hacienda durante los tres meses de 1838 que duró el Gobierno del duque de Frías y, a su fin, retornó a la actividad funcionarial como jefe de la Secretaría de Estado y Despacho de Hacienda, sin que cesara nunca su actividad política, tanto en León —donde sería el jefe del partido liberal moderado— como en la capital. En 1845 volvió a ser elegido diputado por la provincia de León y en 1847 se integró a la cámara alta como senador vitalicio, hasta su muerte en Madrid, el 25 de enero de 1853.

Vestido de consejero de Estado, el Marqués se adorna con la Gran Cruz y banda de caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Vicente López empleó para este retrato un modelo que lo representa de tres cuartos junto a un bufete, girado a su izquierda para mirar al pintor. Se trata de una tipología común de representación que repitió a menudo cuando inmortalizó a los altos funcionarios fernandinos, que entonces tuvo éxito y fue imitado, y que continuó utilizando —ya casi en solitario— durante el reinado isabelino.

Ya en los epígonos de su maestría, López refleja una gestualidad medida y elegante, tanto para el posado de la figura en la que coloca las manos con naturalidad —una sobre el muslo y la otra sobre la mesa, sosteniendo unas lentes— como en la penetración psicológica, en la que el rostro de Quiñones trasmite la distancia aristocrática de su carácter y al mismo tiempo la lasitud de sus cincuenta y seis años, que queda subrayada por lo estático de la figura y por el sentido monumental de su dibujo. Descrito con la habitual facilidad de López para la comprensión de las texturas de las telas y de las superficies más dúctiles, se ha esforzado en colocar abierta la solapa derecha de la casaca del Marqués para que el fondo rojo de su forro suponga un delicado juego de luces con el volante de blonda blanco de la camisa, cuyo dibujo monumental y rizado continúa por los pliegues de la banda carolina, y es determinante en los detalles más decorativos de la figura. En el Castillo de Peralada (Gerona), se conserva una reducción de busto de este retrato.

Carlos González Navarro

 
Por:
Javier Portús
Vicente López Portaña
València 1772 - Madrid 1850

Hijo y nieto de pintores, desde su infancia su futuro se orientó hacia el arte de la pintura, que estudió desde 1785 en la Academia de San Carlos. Sus grandes dotes como dibujante enseguida le granjearon varios premios académicos, y propiciaron su viaje a Madrid como pensionado en la Academia de San Fernando. En la corte recibió influencias del estilo de Anton Raphael Mengs, Francisco Bayeu, Mariano Salvador Maella, Gregorio Ferro y Luis Paret, que supo aunar con la formación tardobarroca que recibió en València, con un extraordinario dominio del dibujo y una notable capacidad para la composición. En Madrid cosechó algún premio académico, que le sirvió para que a su vuelta a València en 1793 le encargasen numerosos trabajos, principalmente cuadros y frescos religiosos. Durante la visita de Carlos IV a la ciudad en 1802, López le hizo un retrato alegórico cuya calidad animó al rey a nombrarlo pintor de cámara. El artista permaneció unos años más en València, dedicado a la copia, por encargo real, de originales de la escuela local del siglo XVI y XVII que iban a ser enviados a las colecciones de palacio. En 1815 el nuevo rey le confirmó en su cargo de pintor de cámara y lo reclamó para la corte. A partir de entonces, y hasta su muerte, se convirtió en una de las figuras fundamentales del panorama artístico español, en el que sobresalió no solo por la importancia de sus encargos, sino también por su intervención en destacadas empresas de carácter oficial y administrativo. Así, fue nombrado director de Pintura de la Academia de San Fernando en 1819, dirigió la Escuela Real de Pintura y jugó un papel fundamental en la formación y organización del Museo del Prado, del que fue su primer director artístico.

Su catálogo es muy variado: en el caso de las pinturas ronda las 900 piezas y se compone de obras de tema religioso tratadas con un estilo todavía deudor del barroco tardío y del neoclasicismo, algunos cuadros y frescos de carácter alegórico realizados para residencias reales y templos, y un numeroso grupo de retratos cuyos modelos son principalmente los miembros de la familia real, grandes nobles y altos funcionarios del Estado. Algunos de ellos, como el de Goya (Museo del Prado, Madrid), revelan una gran capacidad de penetración psicológica, y todos destacan por su verismo, por su precisión dibujística, por su capacidad para reproducir las texturas de las telas y por el mimo y detalle con que se entretiene en la plasmación de los elementos accesorios del ropaje. También realizó un destacado número de dibujos destinados a ser grabados, principalmente para ilustraciones de libros. Se conocen más de 500 dibujos y cerca de 300 estampas basadas en sus diseños.

Gracias a la versatilidad y la calidad de su obra fue considerado el mejor artista español de su generación, y la calidad y cantidad de retratos convierten su catálogo en uno de los principales instrumentos a través de los cuales es posible asomarnos a los ideales, las ambiciones y las expectativas de la sociedad española de la primera mitad del siglo XIX, especialmente en lo que se refiere a los ámbitos oficiales.

Javier Portús

 
Por:
Elena Serrano García
José María Quiñones de León y Vigil III (Toral de los Guzmenes, León 1788 - Madrid 1853)

José María Quiñones de León (o Vigil de Quiñones, como figura indistintamente en muchos documentos) fue el único hijo varón de Juan Manuel de Quiñones y Francisca de León y III marqués de Montevirgen. Se estableció en Camponaraya, en el Bierzo leonés, de donde era originaria su esposa, Francisca Ramona Santalla Álvarez Lorenzana y Osorio. Aprovechó las diversas desamortizaciones decretadas a partir de 1820 para adquirir fincas y rentas desamortizadas en la provincia de León, logrando hacerse con un gran patrimonio inmueble que sumó al que ya poseía y que administró de un modo rentable, convirtiéndose en un referente de modernidad para las clases propietarias y las elites políticas locales.

Fue procurador en las Cortes del Estatuto Real entre julio de 1834 y enero de 1836, y ocupó la Dirección de Rentas Provinciales en 1835. Tras la llegada al poder de Mendizábal se alineó con el liberalismo moderado, cuyo partido lideró en León hasta su muerte, manteniendo asimismo una gran influencia en Madrid. Ocupó la cartera de Hacienda entre septiembre y noviembre de 1838 y la jefatura de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda, con destino en propiedad. Fue diputado por la provincia de León en 1845 y senador vitalicio en 1847. Fue un hombre muy influyente tanto en la corte como en León, sin ser ajeno en absoluto el acierto en la adquisición de tierras a la información privilegiada que poseía. En 1846 se le permitió añadir al marquesado de Montevirgen el de San Carlos y utilizarlos conjuntamente. Murió en Madrid en 1853, heredando el marquesado de San Carlos su hijo Cayo y el de Montevirgen su hijo Juan.

Elena Serrano García

 
«Pinturas Españolas de la primera mitad del siglo XIX», Sociedad Española de Amigos del Arte (Madrid, 1913). «Spanish paintings of 18th and 19th Century. Goya and his time», Seibu Museum of Art (Tokio, 1987). «Spanish paintings of 18th and 19th Century. Goya and his time», Seibu Tsukashin Hall (Amagasaki, 1987). «Spanish paintings of 18th and 19th Century. Goya and his time», Iwaki City Art Museum (Fukushima, 1987). «Obras Maestras de la Colección del Banco de España», Museo de Bellas Artes de Santander (Santander, 1993). «De Goya a nuestros días. Miradas a la Colección Banco de España», Musée Mohammed VI d'Art Moderne et Contemporain (Rabat, 2017-2018).
VV. AA. Catálogo de la exposición de pinturas españolas de la primera mitad del siglo XIX, Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte y Artes Gráficas Mateu, 1913. VV. AA. Monografías de Arte Estrella, «Vicente López», Madrid, Fototipias, de J. Roig, Hauser y Menet, Castañeira y Álvarez, 1919. Gregorio Martínez Sierra Vicente López, Madrid, Saturnino Calleja, 1919. José Antonio Gaya Nuño Ars Hispaniae, «Arte del siglo XIX», Madrid, Plus Ultra, 1958. José Luis Morales y Marín Vicente López, Zaragoza, Guara, 1980. Julián Gállego Banco de España. Colección de pintura, «Catálogo de pintura del siglo XIX», Madrid, Banco de España, 1985. VV. AA. Spanish Paintings of 18th and 19th Century / Goya and his Time, Tokio, Seibu Museum of Art, 1987. Julián Gállego y María José Alonso Colección de pintura del Banco de España, «Pintura de los siglos XIX y XX en la colección del Banco de España», Madrid, Banco de España, 1988. Francisco Calvo Serraller Obras maestras de la Colección Banco de España, Santander, Museo de Bellas Artes de Santander y Universidad Internacional Menéndez, 1993. José Luis Díez Vicente López (1772-1850), Madrid, El Viso, 1999. VV. AA. Diccionario biográfico español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2009-2013, 655-657, XLII. Yolanda Romero e Isabel Tejeda De Goya a nuestros días. Miradas a la Colección Banco de España, Madrid y Rabat, AECID y FMN, 2017. VV. AA. Colección Banco de España. Catálogo razonado, Madrid, Banco de España, 2019, vol. 1. VV. AA. 2328 reales de vellón. Goya y los orígenes de la Colección Banco de España, Madrid, Banco de España, 2021.