Colección
Francisco Javier de Larumbe y Rodríguez
- 1787
- Óleo sobre lienzo
- 113 x 77 cm
- Cat. P_137
- Encargo al autor por el Banco Nacional de San Carlos en 1786
Los tres retratos de Goya para el Banco de San Carlos, con las figuras de más de medio cuerpo, en pie y tras un antepecho de piedra, se podrían definir según la terminología de la música como «variaciones sobre un mismo tema». No hay un retrato igual a otro en estos tres ejemplos, ni el artista se repitió con relación a otros realizados por él en este género, que era nuevo para él en la década de 1780. Las modificaciones en cada uno de estos tres modelos, todos ellos personajes de relieve, atrapan al espectador en el análisis del porqué de cada variación, a veces de gran sutileza, como en los distintos rizos de sus pelucas, y de cómo Goya logró llegar hasta el fondo de sus distintas personalidades y de su carácter dentro de un esquema similar. El colorido es diferente en todos ellos, no sólo en sus atuendos, sino casi con mayor importancia en la tonalidad de su piel o en el reflejo de la luz en los bordados de oro y de plata, o en los sencillos botones de la casaca de Zambrano, que conducen la mirada hacia sus expresivos rostros.
El retrato de Larumbe (Santiago de Compostela, 1730 - Madrid, ca. 1796) fue el último de este tipo para el Banco, pagado el 15 de octubre de 1787 según el documento del archivo: «R.on [reales de vellón] 2.200 pagados al Pintor Fran.co Goya... por el retrato que ha sacado de D. Fran.co Xabier de Larumbe Director honorario que fue de la Dirección de Giro del Banco Nacional». Larumbe se encargó además de los víveres y vestuarios de los Reales Ejércitos y de la Real Armada, contratados por el propio Banco, y realizó además informes de otras materias por su brillante capacidad analítica, resultado de su formación en la Universidad de Salamanca, donde estudió leyes, y de la que había sido vicerrector. Sirvió en Sevilla como comisario de guerra, que ya lo había sido su padre, pero fundó allí la Real Sociedad Económica Patriótica, desde la que a petición de Pablo de Olavide estudió la industria textil y sus posibilidades de desarrollo, y fue subdelegado real de las minas de Riotinto. A diferencia de Zambrano, que era agudo para los negocios pero poco interesado en las letras, Larumbe fue un intelectual reconocido, amante del teatro, afición que compartía con su gran amigo Gaspar Melchor de Jovellanos, y miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, de ahí seguramente la posición de su mano derecha en el retrato, que introduce en la botonadura de su chaleco y que era entonces símbolo visible de que se dedicaba al estudio. A la caída de Olavide, Larumbe fue destinado como comisario de guerra a San Roque. La amistad con Jovellanos venía del tiempo pasado en Sevilla, y en su nuevo destino Larumbe dio muestras de ella al atender hasta su muerte al hermano pequeño de aquel, Gregorio de Jovellanos, teniente de fragata herido en la batalla del cabo de san Vicente entre la armada inglesa y los navíos españoles. La carta en que le comunicó la muerte a su amigo explica la unión afectiva entre ambos y el espíritu caritativo de Larumbe: «[…] la caridad me obligó a recogerlo porque el modo en que estaba cuando le vi me compadeció […] yo nada he hecho […] me compadeció el infeliz estado en que le vi. Tuve presente nuestra buena amistad y me pareció que faltaría a ella y a la caridad si no lo recogía y ayudaba en todo cuanto fue posible […] no me excusé de incomodidad alguna de día y noche para asistirle como si fuese mi Hermano». Larumbe se trasladó a Madrid en 1783 por méritos propios, pero sin duda la gratitud de Jovellanos le valió la dirección del Banco, así como la Real y Distinguida Orden de Carlos III, cuya insignia luce sobre el pecho con discreción.
En su retrato, que mira hacia la derecha al contrario de los otros dos del mismo tipo, Goya ha captado su más íntima forma de ser: su mirada ausente, ensimismada, revela que está considerando un problema, una cuestión difícil de su trabajo y la forma de resolverla, ajeno al entorno tranquilo que le proporciona el trabajo del artista ante el caballete, agradecido al tiempo, una actitud que le permite pensar sin atender a otros asuntos. Goya ha planteado aquí un fondo más claro que en los otros dos retratos, de una gran luminosidad, que proporciona el espacio alrededor de la figura con una sensación de movimiento a la que contribuye el brazo extendido y la mano que empuña el bastón de los directores del Banco.
Estudió en Salamanca, donde cursó durante tres años Lógica, Física y Matemáticas en el Colegio Real de la Compañía de Jesús. En la Universidad se licenció en Leyes en 1854. Fue Vicerrector, diputado y miembro de la Academia de Juristas. Después de opositar a cátedras de Prima y Código en esta universidad y en la de Valladolid, optó por seguir la carrera paterna en el cuerpo político de la Real Hacienda Militar, y fue nombrado comisario de Guerra en 1763.
Residió en Sevilla donde su padre era asistente, al tiempo que intendente de Andalucía. Allí fue recibido académico honorario de la Real Academia de las Buenas Letras de esa ciudad (1762), participó en la tertulia de Olavide y en los trabajos de la Sociedad Económica Sevillana. Fue el prototipo del hombre ilustrado, participando activamente en la vida cultural de esta ciudad de la mano de Olavide y Jovellanos.
Olavide le encargó la administración de los gremios sevillanos, donde trabajó con eficacia y redactó un importante informe sobre la necesidad de «fomentar el crédito de las artes y la estimación de los artesanos», en la línea de la propuesta de Bernardo Ward en el Proyecto Económico de 1762, y apoyando a Jovellanos como impulsor de la creación de las escuelas de hilanzas en Sevilla para revitalizar la industria textil, y especialmente la de la seda.
Tras el fallecimiento de sus padres, el encarcelamiento, proceso y condena de Olavide entre 1776 y 1778, y la marcha de Jovellanos a Madrid, cayó en un periodo de abandono, del que consiguió salir tras su posterior casamiento con Catalina de Urreta y Larumbe. Después de participar en el asiento de las fábricas de salitre andaluzas, en 1783 fue destinado a Madrid donde ingresó en la Orden de Carlos III.
El 27 de diciembre de 1784 fue nombrado director bianual del Banco de San Carlos por designación real, teniendo a su cargo durante 1785 y 1786 el control en el ámbito de las dos Castillas, Vizcaya, Navarra, Burgos y Santander del abastecimiento, los víveres y vestuario para el Ejército y la Marina, que el banco había asumido por asiento. Con ocasión de los ataques dirigidos contra Cabarrús, creador y director del Banco en 1782, hizo causa común con el marqués de Hormazas, Jovellanos y el duque de Híjar, defendiendo a Cabarrús, su comportamiento y su dedicación al banco sin compensación. En 1788 fue ascendido al grado de comisario ordenador.
Falleció en Madrid hacia 1796.
Extracto de J. M. TEIJEIRO DE LA ROSA, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, 2009-2013.
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