Fonació d'un paper
- 2001
- Copia cromógena
- 170 x 125 cm
- Edición 1/2
- Cat. F_68
- Adquirida en 2002
La fonación de un papel, es decir, la acción de dotar a ese elemento inerte y blanco de voz, de sonido, resulta en principio una actividad fútil, cuando no en todo caso imposible. Y es en ese ámbito de lo aparentemente improductivo donde se mueve parte de la producción visual de Perejaume, artista tendente a trabajar con la paradoja, la «puesta en abismo» de imágenes de la naturaleza o la enmarcación del entorno más remoto o incluso del vacío; aquello que ha llevado a Boris Groys a hablar en Perejaume de «ready- mades sublimes».
El caso de Fonació d’un paper (2001) es significativo: se trata de una fotografía, lo que en el caso del artista no pasa de ser un medio más entre los numerosos que trabaja y donde lo trascendente es, por encima del formato, el acto en sí, la acción, como en este caso la sonorización de un objeto, el hecho de otorgarle voz a lo silente. La obra se asimila así a otras «fonaciones» de Perejaume, como la Fonació d’un poeta (Galería Forvm de Tarragona, 2001), Fonació d’un espai — que invitaba a la percepción de un espacio a través del oído en lugar de la mirada (Galeria Joan Prats de Barcelona, 2001)—, o la exposición «De la fonación de los espacios» (Galería Bores & Mallo, Cáceres, 2002). En ambas obras situaba grandes ventiladores para que, al generar viento que chocase con las paredes, se generase un sonido peculiar dentro de la sala. El interés por hacer hablar a un formato por un medio que no le es propio (el papel, naturalmente dirigido a la vista o, en segunda instancia, al tacto) está en el centro de Fonació d’un paper, que recoge la acción donde los ventiladores están situados detrás del papel para generar un sonido metamorfoseado por ese contacto, por esa resistencia del papel, sin ocultar, por otro lado, la tramoya de cableado que lo hace posible; es ese mismo hecho, el tránsito entre medios diversos (papel, sonido, pintura), el que hace afirmar a Pere Gimferrer que Perejaume es un escritor que pinta, el intérprete de un juego extrañamente combinatorio entre escritura, lectura y paisaje del que participa esta pieza. En ese sentido, Perejaume afirmó: «En la medida que existe la escritura de los agentes atmosféricos, existe también la escritura del ser humano: la gran escritura del ser humano, aquella que hacemos en el mundo, en la forma, pero también en la sonoridad del mundo, de manera que modelando, a través de nuestra actividad incansable, el relieve del mundo, alteramos incluso su composición atmosférica y así queda modulado, inevitablemente, el sonido resultante».
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