Ensenada. Estrecho y fuegos
- 1990
- Óleo sobre lienzo
- 130 x 150 cm
- Cat. P_500
- Adquirida en 1991
- Observaciones: Según el autor, el título hace referencia al Estrecho de Gibraltar y a los fuegos artificiales.
Pintor, historiador del arte y comisario de exposiciones convencido de que en la pintura es imposible mentir puesto que se requiere el conocimiento de la técnica para crear, Juan Fernández Lacomba es artífice de una plástica que se caracteriza por la sensual y expresiva raíz analítica sobre la que se fundamenta, la densidad de los contenidos culturales en torno a los cuales investiga y el modo en que su mirada se concentra principalmente en torno al paisaje como vía de acceso para indagar sobre la memoria. Profundizando en la abstracción a través de la obra de José Guerrero, pero sobre todo de pintores americanos de la Escuela de Nueva York como Mark Rothko, Franz Kline o Jasper Johns, Fernández Lacomba pronto se decidió a abordar su pasión en torno al género del paisaje a través de una abstracción de corte orgánico visceral.
Sobre la base de una pincelada brusca definida por la expresividad de un trazo que apela a la emoción, haciendo uso de una paleta en la que predominan los tonos terrosos, Fernández Lacomba delinea la senda de un paisaje por el que pasean tres personajes ante una desbandada de pájaros y una torre, al fondo, que recuerda a la Giralda de Sevilla. Haciendo uso de la descripción como en Torre, figura y pájaros (1985), el artista deja entrever el modo en que se puede llegar a sintetizar lo que para él significa la posabstracción a través del paisaje.
Centrado desde hace más de veinte años en el paisaje de las marismas del Guadalquivir, un área que aborda desde la soledad del estudio donde trabaja y que consigue financiar a través de la donación anual de un cuadro, las otras dos obras de la colección surgidas de la paleta de Fernández Lacomba y pintadas ambas a principios de la década de 1990, Ensenada. Estrecho y fuegos (1990) y Sin título (1991), no son sino síntomas más que valiosos y evidentes de la atracción que siente este artista por el paisaje, y, a través de su serenidad silente, de la intensidad de una mística a menudo cercana a lo telúrico.
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