Xosé Artiaga

Mondoñedo (Lugo) 1955

Por: Roberto Díaz

Encuadrado en la generación de pintores gallegos de los años ochenta, sus obras figurativas de mediados de esta década reflejan un mundo intimista, donde reflexiona sobre la condición del ser, que parte de su propio mundo vivencial y que formalmente se definen por un tratamiento fuertemente matérico, basado en el gesto y los colores vivos y contrastados. Con su traslado a Madrid a finales de los años ochenta, surgieron los motivos sobre la ciudad, e introdujo cierto equilibrio en sus obras a través de figuras cada vez más esquemáticas y motivos aislados como las cápsulas que se harán recurrentes a partir de los años noventa, cuando imprimió un nuevo giro a su obra hacia la abstracción en su serie Presencias (1990-1993). En ella la superficie pictórica gana relevancia mediante una composición ordenada que tiende a la monocromía de tonalidades azuladas, encuadrada por bandas verticales de color oscuro, solo quebrada por motivos de barras, tubos o chimeneas, tratadas con realismo. Posteriormente introduce la fotografía como elemento traductor de la  pintura en su serie Recontres (1994), que libera la superficie pictórica y deja ver los trazos zigzagueantes de color como gesto primigenio de lo pictórico, el cual traduce a un entorno enteramente digital en su serie Utopías (2000).

Desde su primera muestra individual en la Sala de la Diputación Provincial de Lugo (1985), su participación en la Bienal Nacional de Arte de Pontevedra (1987) y su primera exposición en Madrid en la Galería Columela (1988), su obra ha tenido una constante presencia tanto en la capital española a través de la Galería Emilio Navarro, y con su participación en el XI Salón de los 16, en el Palacio de Velázquez, Museo Reina Sofía (1991), así como en su tierra natal, donde destaca su exposición individual en el Museo Provincial de Lugo (2002).