Real Fábrica de Tapices

Madrid 1721

Por: Antonio Sama

La Real Fábrica de Tapices comienza su actividad de manera oficial en el año 1721. Su fundación se debe a la iniciativa de Felipe V y de sus consejeros, en especial el cardenal Alberoni.

La necesidad de establecer una manufactura de tapices en la corte madrileña deriva de la Guerra de Sucesión y de los tratados de Utrecht-Rastatt (1713-1714), que ponen fin al dominio de los territorios de Flandes por parte de la Corona española. Dado que los principales centros de producción de tapices se habían localizado históricamente en los Países Bajos meridionales, la pérdida de las últimas posesiones flamencas supuso para la monarquía hispana la ruptura de relaciones con sus habituales proveedores de tapicerías. Ante esta coyuntura, el primer Borbón español decidió evitar las importaciones y apostar por una industria local. Para ello hizo venir a España a los Vandergoten, familia flamenca de expertos tejedores oriundos de Amberes, que llegan a Madrid en el verano de 1720.

Con el patriarca Jacobo el Viejo a la cabeza, la familia antuerpiense monta sus telares en un antiguo caserón situado extramuros de la ciudad y conocido con el nombre de la “Casa del Abreviador”. Como aquel estaba próximo a la puerta de Santa Bárbara, la manufactura comenzó a conocerse como la “Fábrica de Santa Bárbara”.

Al principio, esta funcionó como una industria plenamente estatal -es decir, directamente financiada por la Corona- pero al cabo de apenas dos décadas de actividad, las dificultades financieras y los problemas de gestión aconsejaron cambiar de modelo de funcionamiento. A partir de 1744, por lo tanto, la manufactura pierde ese carácter estatal para pasar a regirse por un sistema de contratas que -permitiendo una actividad empresarial de carácter privado- regula su relación con la Corona.

En sus orígenes, la Real Fábrica se orienta fundamentalmente a la producción de tapices, pero pronto va a comenzar a diversificar su actividad y a crear diferentes vías de negocio: la más temprana en desarrollarse fue la del mantenimiento y restauración del patrimonio textil de las colecciones reales; después se sumaron la fabricación de alfombras de nudo (hacia el último cuarto del siglo XVIII) y, ya avanzado el siglo XIX, la fabricación de reposteros.

A pesar de que ha atravesado por diversas y difíciles coyunturas, la Real Fábrica de Tapices continúa hoy en día su actividad fabril y se sitúa, así, entre el reducidísimo grupo de manufacturas reales creadas al calor del mercantilismo y del espíritu ilustrado, que todavía sobreviven en Europa.

En el año 1888 sus talleres se trasladaron a un edificio de nueva planta construido “ad hoc” en el que todavía permanecen. Desde finales de 1996, la antigua manufactura se transforma jurídicamente en una fundación privada sin ánimo de lucro administrada por un patronato en el que están representados diferentes organismos de las Administraciones Públicas.