Según Juan Antonio Gaya Nuño, Mateo Inurria supo fusionar el legado modernizador francés derivado de la influyente figura de Auguste Rodin con los discursos oficiales, con lo que generó una obra a medio camino entre el naturalismo y la idealización. Se formó en el taller de escultura industrial de su padre, en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, dirigida por el padre de Julio Romero de Torres, de la que Inurria sería profesor; continuó sus estudios entre 1883 y 1885 en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y llegó a ser pensionado de la Diputación Provincial de Córdoba. Es esencial citar que trabajaba como restaurador en la Mezquita de Córdoba y en el yacimiento de Medina Azahara. A finales de siglo viajó por Francia e Italia, estancias que le serían de gran provecho para su desarrollo artístico posterior. Trasladó su residencia a Madrid en 1913.
Realizó numerosos encargos públicos, como la estatua ecuestre del Gran Capitán en la plaza de las Tendillas de Córdoba (para lo que usó como modelo al torero Lagartijo) con la peculiaridad de que se utilizó en la misma pieza dos materiales, bronce y mármol, este último para el retrato. Esta escultura, muy conocida en su ciudad natal, sin duda bebe de las fuentes renacentistas de la estatuaria ecuestre. También en su ciudad natal realizó la estatua dedicada al político Antonio Barroso (1917), hoy desaparecida. En Madrid llevó a cabo el Monumento a Eduardo Rosales (1916) y participó con algunas figuras alegóricas en el Monumento a Alfonso XII en el Parque del Retiro de Madrid (1905), así como una escultura dedicada a Lope de Vega (1902).
Obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1899 por su altorrelieve La mina de carbón y fue Medalla de Honor en la Nacional de 1920 con Forma. El Ministerio de Educación y Ciencia le dedicó una antológica en Madrid en 1968 y el Ayuntamiento de Córdoba una exposición retrospectiva en 2007.
Según Juan Antonio Gaya Nuño, Mateo Inurria supo fusionar el legado modernizador francés derivado de la influyente figura de Auguste Rodin con los discursos oficiales, con lo que generó una obra a medio camino entre el naturalismo y la idealización. Se formó en el taller de escultura industrial de su padre, en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, dirigida por el padre de Julio Romero de Torres, de la que Inurria sería profesor; continuó sus estudios entre 1883 y 1885 en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y llegó a ser pensionado de la Diputación Provincial de Córdoba. Es esencial citar que trabajaba como restaurador en la Mezquita de Córdoba y en el yacimiento de Medina Azahara. A finales de siglo viajó por Francia e Italia, estancias que le serían de gran provecho para su desarrollo artístico posterior. Trasladó su residencia a Madrid en 1913.
Realizó numerosos encargos públicos, como la estatua ecuestre del Gran Capitán en la plaza de las Tendillas de Córdoba (para lo que usó como modelo al torero Lagartijo) con la peculiaridad de que se utilizó en la misma pieza dos materiales, bronce y mármol, este último para el retrato. Esta escultura, muy conocida en su ciudad natal, sin duda bebe de las fuentes renacentistas de la estatuaria ecuestre. También en su ciudad natal realizó la estatua dedicada al político Antonio Barroso (1917), hoy desaparecida. En Madrid llevó a cabo el Monumento a Eduardo Rosales (1916) y participó con algunas figuras alegóricas en el Monumento a Alfonso XII en el Parque del Retiro de Madrid (1905), así como una escultura dedicada a Lope de Vega (1902).
Obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1899 por su altorrelieve La mina de carbón y fue Medalla de Honor en la Nacional de 1920 con Forma. El Ministerio de Educación y Ciencia le dedicó una antológica en Madrid en 1968 y el Ayuntamiento de Córdoba una exposición retrospectiva en 2007.