Desde sus primeras exposiciones, organizadas en la década de 1980, la obra de Manuel Sáez se caracteriza por el empleo del dibujo y la pintura. Las obras de este período se significan ya por la representación de objetos procedentes del ámbito de lo cotidiano, una singular colección que incluye perchas, chupetes, bombillas, hélices y zapatos. Motivos que parecen cobrar vida en sus imágenes, provistos de una energía que traslada al espectador a un territorio ilusorio que entronca con el tratamiento iconográfico de movimientos artísticos como el surrealismo y con sus interpretaciones posteriores desde los lenguajes del cine y de la novela gráfica.
Con motivo de la concesión de la Beca de la Academia de Bellas Artes en Roma en 1990, Sáez comienza a interesarse por el retrato como estrategia que le permitirá escapar de esa belleza que «ataca» al espectador y lo envuelve en el famoso «síndrome de Stendhal». Como ya hiciera en los bodegones de objetos, Sáez se decanta por el uso de los primeros planos en sus retratos, atrapando al observador en un imaginario de ensueño. En un plano metodológico, el artista describe sus obras como «pequeños agujeros negros en los que intervenir de manera reiterada», series que se extienden en el tiempo sin cumplir con una cronología determinada.
Primavera verano de 1990, de la Colección Banco de España, es un acrílico sobre lienzo que se inserta en un grupo de trabajos sobre Arquitecturas, elaborado por el artista en la década de 1990.
El trabajo de Manuel Sáez ha sido expuesto en instituciones como el Jardí Botànic de la Universitat de València (2017): la Fondazione Giorgio Cini (Venecia, Italia, 2015); el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (2015); el Museu de Belles Arts de Castelló (2004); el Museo Rufino Tamayo (Ciudad de México, 2000); y el Círculo de Bellas Artes (Madrid, 1996).
Desde sus primeras exposiciones, organizadas en la década de 1980, la obra de Manuel Sáez se caracteriza por el empleo del dibujo y la pintura. Las obras de este período se significan ya por la representación de objetos procedentes del ámbito de lo cotidiano, una singular colección que incluye perchas, chupetes, bombillas, hélices y zapatos. Motivos que parecen cobrar vida en sus imágenes, provistos de una energía que traslada al espectador a un territorio ilusorio que entronca con el tratamiento iconográfico de movimientos artísticos como el surrealismo y con sus interpretaciones posteriores desde los lenguajes del cine y de la novela gráfica.
Con motivo de la concesión de la Beca de la Academia de Bellas Artes en Roma en 1990, Sáez comienza a interesarse por el retrato como estrategia que le permitirá escapar de esa belleza que «ataca» al espectador y lo envuelve en el famoso «síndrome de Stendhal». Como ya hiciera en los bodegones de objetos, Sáez se decanta por el uso de los primeros planos en sus retratos, atrapando al observador en un imaginario de ensueño. En un plano metodológico, el artista describe sus obras como «pequeños agujeros negros en los que intervenir de manera reiterada», series que se extienden en el tiempo sin cumplir con una cronología determinada.
Primavera verano de 1990, de la Colección Banco de España, es un acrílico sobre lienzo que se inserta en un grupo de trabajos sobre Arquitecturas, elaborado por el artista en la década de 1990.
El trabajo de Manuel Sáez ha sido expuesto en instituciones como el Jardí Botànic de la Universitat de València (2017): la Fondazione Giorgio Cini (Venecia, Italia, 2015); el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (2015); el Museu de Belles Arts de Castelló (2004); el Museo Rufino Tamayo (Ciudad de México, 2000); y el Círculo de Bellas Artes (Madrid, 1996).