Es una figura clave para determinar y entender la función social y artística de la fotografía. Ha ejercido como ensayista, divulgador, fotógrafo, artista, comisario de exposiciones y editor, y siempre ha buscado cuestionar el valor de las imágenes como índices. Sus proyectos artísticos, desarrollados a través de series autoconclusivas, son partes de un todo a su vez interrelacionadas con sus teorías estéticas, a medio camino entre el análisis semiótico y la narración literaria. Una máxima de su trabajo es plantear la duda sobre la fiabilidad de lo que se ve o se escucha. En su serie Fauna (1989), desarrollada junto a Pere Formiguera (Sant Cugat del Vallés, Barcelona 1952-Barcelona, 2013), se generaba una naturaleza paralela donde coexistían ejemplares disecados de especies animales ficticias, sonidos generados artificialmente de hábitats inexistentes, biografías inventadas y fotografías (en apariencia fiables) de todo este universo dedicado a la suplantación de realidad.
Unos años antes, en 1983, había realizado una de sus series emblemáticas, Herbarium, donde recreaba la fotografía científica característica de Karl Blossfeldt desarrollada en sus libros Urformen der Kunst (1928) y Wundergarten der Natur (1932), epítomes de la nueva objetividad alemana. En esta serie, y fiel a su interés en el cuestionamiento de la veracidad que emanan las imágenes reproducidas técnicamente, sin aparente mediación subjetiva, Fontcuberta construye una serie de organismos vegetales a partir de restos industriales encontrados en la periferia de Barcelona. El giro conceptual clásico del autor es mostrar elementos reales que simulan otros. Los representados son constatables, pero no representan aquello que pensamos en un primer momento que son. La cuestión de la veracidad no alcanza únicamente al motivo recreado, sino también a la base inicial de las obras, como en las series Constelaciones (1994) o Hemogramas (1998), donde elementos orgánicos son empleados como negativos para generar fotogramas de grandes proporciones.
Por otro lado, Fontcuberta ha inventado personajes o situaciones y los ha dotado de vida propia en series como la ya mencionada Fauna, Sputnik (1997), Milagros & Co (2000) o Pin Zuhang (2002), entre otras. Rizando el rizo de la suplantación de identidad, el autor creó el proyecto Ximo Berenguer. A chupar del bote (2017), el más ambicioso en cuanto a su capacidad de cuestionamiento de la credibilidad de las instituciones, del público y del valor de mercado de las obras de arte. En esta serie, que recoge instantáneas realizadas por el propio Fontcuberta en 1975 en cabarés como El Molino de Barcelona, se crea una biografía, la de Ximo Berenguer, para construir la figura del mito olvidado, recuperado décadas después para gloria del mercado del arte y la mitomanía en general.
Como autor, destacan sus libros El beso de Judas. Fotografía y verdad (1997) y La caja de Pandora (2011), que le valió el Premio Nacional de Ensayo ese mismo año. Como editor, destacan las compilaciones de textos sobre fotografía Estética fotográfica (1984- 2003) y Fotografía. Crisis de historia (2002). Entre otros premios de carácter internacional, como la Medalla David Octavius Hill o el Premio Hasselblad, se le concedió también el Premio Nacional de Fotografía en 1998. Esto le convierte en un autor paradigmático, al haber conseguido dos premios nacionales en las dos facetas en las que más ha desarrollado su trabajo, la práctica artística y el ensayo estético.
Es una figura clave para determinar y entender la función social y artística de la fotografía. Ha ejercido como ensayista, divulgador, fotógrafo, artista, comisario de exposiciones y editor, y siempre ha buscado cuestionar el valor de las imágenes como índices. Sus proyectos artísticos, desarrollados a través de series autoconclusivas, son partes de un todo a su vez interrelacionadas con sus teorías estéticas, a medio camino entre el análisis semiótico y la narración literaria. Una máxima de su trabajo es plantear la duda sobre la fiabilidad de lo que se ve o se escucha. En su serie Fauna (1989), desarrollada junto a Pere Formiguera (Sant Cugat del Vallés, Barcelona 1952-Barcelona, 2013), se generaba una naturaleza paralela donde coexistían ejemplares disecados de especies animales ficticias, sonidos generados artificialmente de hábitats inexistentes, biografías inventadas y fotografías (en apariencia fiables) de todo este universo dedicado a la suplantación de realidad.
Unos años antes, en 1983, había realizado una de sus series emblemáticas, Herbarium, donde recreaba la fotografía científica característica de Karl Blossfeldt desarrollada en sus libros Urformen der Kunst (1928) y Wundergarten der Natur (1932), epítomes de la nueva objetividad alemana. En esta serie, y fiel a su interés en el cuestionamiento de la veracidad que emanan las imágenes reproducidas técnicamente, sin aparente mediación subjetiva, Fontcuberta construye una serie de organismos vegetales a partir de restos industriales encontrados en la periferia de Barcelona. El giro conceptual clásico del autor es mostrar elementos reales que simulan otros. Los representados son constatables, pero no representan aquello que pensamos en un primer momento que son. La cuestión de la veracidad no alcanza únicamente al motivo recreado, sino también a la base inicial de las obras, como en las series Constelaciones (1994) o Hemogramas (1998), donde elementos orgánicos son empleados como negativos para generar fotogramas de grandes proporciones.
Por otro lado, Fontcuberta ha inventado personajes o situaciones y los ha dotado de vida propia en series como la ya mencionada Fauna, Sputnik (1997), Milagros & Co (2000) o Pin Zuhang (2002), entre otras. Rizando el rizo de la suplantación de identidad, el autor creó el proyecto Ximo Berenguer. A chupar del bote (2017), el más ambicioso en cuanto a su capacidad de cuestionamiento de la credibilidad de las instituciones, del público y del valor de mercado de las obras de arte. En esta serie, que recoge instantáneas realizadas por el propio Fontcuberta en 1975 en cabarés como El Molino de Barcelona, se crea una biografía, la de Ximo Berenguer, para construir la figura del mito olvidado, recuperado décadas después para gloria del mercado del arte y la mitomanía en general.
Como autor, destacan sus libros El beso de Judas. Fotografía y verdad (1997) y La caja de Pandora (2011), que le valió el Premio Nacional de Ensayo ese mismo año. Como editor, destacan las compilaciones de textos sobre fotografía Estética fotográfica (1984- 2003) y Fotografía. Crisis de historia (2002). Entre otros premios de carácter internacional, como la Medalla David Octavius Hill o el Premio Hasselblad, se le concedió también el Premio Nacional de Fotografía en 1998. Esto le convierte en un autor paradigmático, al haber conseguido dos premios nacionales en las dos facetas en las que más ha desarrollado su trabajo, la práctica artística y el ensayo estético.