Donostia / San Sebastián 1924 - Donostia / San Sebastián 2002
Por:
Isabel Tejeda
Inició estudios de Arquitectura en Madrid, pero pronto se sintió atraído por la expresión plástica, asistiendo a los talleres del Círculo de Bellas Artes de la capital.
A finales de la década de 1940, buscando un ambiente más propicio para la creación, se marchó a París, donde entabló amistad con Pablo Palazuelo, al tiempo que leía a los románticos alemanes, y donde comenzó a mostrar públicamente su trabajo. Sus primeras obras fueron esculturas de carácter figurativo que, sin embargo, ya estaban inclinadas a la simplificación de las formas. Los referentes de sus torsos se encontraban hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, una tónica habitual en la obra del artista vasco: en la escultura arcaica griega del Louvre, pero también en la influencia de Henry Moore. Metamorfosis (1949) podría ser su primera pieza abstracta. A principios de los años cincuenta volvió a España y empezó a trabajar en una forja, despertando un interés por el hierro que se convertirá en su materia por excelencia, como muestra Ilarik (piedra funeraria en euskera), un monolito que genera tensiones en un hierro que se vuelve sobre sí mismo, creando diálogos con el espacio que lo circunda. Al tiempo, la pieza señala el lugar: Chillida dijo que había puesto a hablar en euskera a sus esculturas, lo que da a ese espacio específico connotaciones culturales. A partir de estas obras seguirá desarrollando los elementos de su hallazgo: materia, vacío, espacio, lugar. En estos años realizará también las puertas de la Basílica de Arantzazu.
A finales de esta década empezó a experimentar con otros materiales como la madera y el acero, al tiempo que realizaba obra gráfica. Tras un viaje al Mediterráneo a principios de los años sesenta e influido por su luminosidad, comenzará asimismo a trabajar con alabastro y las posibilidades de este material de traspasar la luz, horadándolo para ello. A principios de los años setenta hace lo propio con el hormigón, material que, junto con el hierro, le permitirá realizar grandes piezas monumentales en el espacio público dialogando, en muchas ocasiones, con la naturaleza en la que se asientan: Lugar de encuentros III (Madrid, 1971), Peine del viento (Donostia/ San Sebastián, 1977), Gure Aitaren Etxea (Gernika-Lumo, 1988) y, fundamentalmente, Elogio del horizonte (Gijón, 1990).
Chillida es Gran Premio Internacional de Escultura de la Bienal de Venecia (1958); Premio Kandinsky (1960); Premio Carnegie Museum of Art de Pittsburgh adjudicado ex aequo en 1964; Premio Rembrandt (1975); Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1981); Premio Príncipe de Asturias (1987); Orden Imperial de Japón en 1991; doctor honoris causa por la Universidad de Alicante/Alacant (1996), entre otros muchos méritos. A lo largo de su vida expuso en los más importantes centros de arte y museos del mundo. En el año 2000 se inauguró un espacio dedicado a su obra, el Museo Chillida- Leku (Donostia/San Sebastián).
Inició estudios de Arquitectura en Madrid, pero pronto se sintió atraído por la expresión plástica, asistiendo a los talleres del Círculo de Bellas Artes de la capital.
A finales de la década de 1940, buscando un ambiente más propicio para la creación, se marchó a París, donde entabló amistad con Pablo Palazuelo, al tiempo que leía a los románticos alemanes, y donde comenzó a mostrar públicamente su trabajo. Sus primeras obras fueron esculturas de carácter figurativo que, sin embargo, ya estaban inclinadas a la simplificación de las formas. Los referentes de sus torsos se encontraban hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, una tónica habitual en la obra del artista vasco: en la escultura arcaica griega del Louvre, pero también en la influencia de Henry Moore. Metamorfosis (1949) podría ser su primera pieza abstracta. A principios de los años cincuenta volvió a España y empezó a trabajar en una forja, despertando un interés por el hierro que se convertirá en su materia por excelencia, como muestra Ilarik (piedra funeraria en euskera), un monolito que genera tensiones en un hierro que se vuelve sobre sí mismo, creando diálogos con el espacio que lo circunda. Al tiempo, la pieza señala el lugar: Chillida dijo que había puesto a hablar en euskera a sus esculturas, lo que da a ese espacio específico connotaciones culturales. A partir de estas obras seguirá desarrollando los elementos de su hallazgo: materia, vacío, espacio, lugar. En estos años realizará también las puertas de la Basílica de Arantzazu.
A finales de esta década empezó a experimentar con otros materiales como la madera y el acero, al tiempo que realizaba obra gráfica. Tras un viaje al Mediterráneo a principios de los años sesenta e influido por su luminosidad, comenzará asimismo a trabajar con alabastro y las posibilidades de este material de traspasar la luz, horadándolo para ello. A principios de los años setenta hace lo propio con el hormigón, material que, junto con el hierro, le permitirá realizar grandes piezas monumentales en el espacio público dialogando, en muchas ocasiones, con la naturaleza en la que se asientan: Lugar de encuentros III (Madrid, 1971), Peine del viento (Donostia/ San Sebastián, 1977), Gure Aitaren Etxea (Gernika-Lumo, 1988) y, fundamentalmente, Elogio del horizonte (Gijón, 1990).
Chillida es Gran Premio Internacional de Escultura de la Bienal de Venecia (1958); Premio Kandinsky (1960); Premio Carnegie Museum of Art de Pittsburgh adjudicado ex aequo en 1964; Premio Rembrandt (1975); Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1981); Premio Príncipe de Asturias (1987); Orden Imperial de Japón en 1991; doctor honoris causa por la Universidad de Alicante/Alacant (1996), entre otros muchos méritos. A lo largo de su vida expuso en los más importantes centros de arte y museos del mundo. En el año 2000 se inauguró un espacio dedicado a su obra, el Museo Chillida- Leku (Donostia/San Sebastián).