Se trasladó muy joven a Madrid, donde estudió a los grandes maestros del Museo del Prado, en especial a Velázquez, el Greco, Goya y Zurbarán. En 1906 viajó a París, donde permaneció durante quince años; de esa estancia han sobrevivido recuerdos, escritos en el diario ABC de Madrid y recopilados tras su muerte, sobre los diversos artistas y amigos que allí conoció —Amedeo Modigliani, Ignacio Zuloaga, Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Pablo Picasso, Juan Gris, etcétera—; en ellos demuestra su gran comprensión y su humanidad. Con Picasso y Gris expuso en París en 1908. Casado con la escultora danesa Eva Aggerholm (Soeby, 1879), permaneció en la capital francesa al estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, visitando los frentes de batalla y realizando grabados de las ciudades mártires, pero la difícil supervivencia los obligó a instalarse en España, donde tuvo que vencer las reticencias que inspiraba su estilo, derivado del cubismo, que resultaba atrevido para el academicismo madrileño. Sin embargo, fue comprendido por algunos intelectuales de la Generación del 98, a quienes retrató en sobrias y fuertes obras: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Manuel de Falla, José Gutiérrez Solana, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, etcétera.
Trató de conciliar las exigencias de ese estilo rectilíneo, sobrio, de dominantes grises, propio del cubismo, con la pintura tradicional, y en 1926 pintó Los monjes, un homenaje al pintor de los frailes, Zurbarán. Ese estilo culminó en las pinturas al fresco que, con el título de Poema del Descubrimiento, realizó en el monasterio de la Rábida (Huelva), íntimamente ligado a la gesta de Cristóbal Colón, que le fueron encargadas por el Gobierno en 1929. También consiguió logros excelentes en el tema de la tauromaquia, más que en las propias faenas de la Fiesta, en majestuosos grupos de toreros posando para la posteridad: imaginarias (pero reales) cuadrillas de Largartijo y Frascuelo, Juan Centeno y Mazzantini. También fue un notable paisajista de admirables y sobrias visiones, especialmente del País Vasco.
Tras lograr una reputación internacional con exposiciones en Italia, Suiza, Alemania, Reino Unido, Portugal, Egipto, Estados Unidos, Argentina, Brasil, etcétera, que le valieron varias medallas de oro, españolas y extranjeras, y el Gran Premio de la Primera Exposición Bienal Hispanoamericana, falleció en 1969.
En 1999 se inauguró el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo Daniel Vázquez Díaz en su localidad natal de Nerva.
Se trasladó muy joven a Madrid, donde estudió a los grandes maestros del Museo del Prado, en especial a Velázquez, el Greco, Goya y Zurbarán. En 1906 viajó a París, donde permaneció durante quince años; de esa estancia han sobrevivido recuerdos, escritos en el diario ABC de Madrid y recopilados tras su muerte, sobre los diversos artistas y amigos que allí conoció —Amedeo Modigliani, Ignacio Zuloaga, Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Pablo Picasso, Juan Gris, etcétera—; en ellos demuestra su gran comprensión y su humanidad. Con Picasso y Gris expuso en París en 1908. Casado con la escultora danesa Eva Aggerholm (Soeby, 1879), permaneció en la capital francesa al estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, visitando los frentes de batalla y realizando grabados de las ciudades mártires, pero la difícil supervivencia los obligó a instalarse en España, donde tuvo que vencer las reticencias que inspiraba su estilo, derivado del cubismo, que resultaba atrevido para el academicismo madrileño. Sin embargo, fue comprendido por algunos intelectuales de la Generación del 98, a quienes retrató en sobrias y fuertes obras: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Manuel de Falla, José Gutiérrez Solana, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, etcétera.
Trató de conciliar las exigencias de ese estilo rectilíneo, sobrio, de dominantes grises, propio del cubismo, con la pintura tradicional, y en 1926 pintó Los monjes, un homenaje al pintor de los frailes, Zurbarán. Ese estilo culminó en las pinturas al fresco que, con el título de Poema del Descubrimiento, realizó en el monasterio de la Rábida (Huelva), íntimamente ligado a la gesta de Cristóbal Colón, que le fueron encargadas por el Gobierno en 1929. También consiguió logros excelentes en el tema de la tauromaquia, más que en las propias faenas de la Fiesta, en majestuosos grupos de toreros posando para la posteridad: imaginarias (pero reales) cuadrillas de Largartijo y Frascuelo, Juan Centeno y Mazzantini. También fue un notable paisajista de admirables y sobrias visiones, especialmente del País Vasco.
Tras lograr una reputación internacional con exposiciones en Italia, Suiza, Alemania, Reino Unido, Portugal, Egipto, Estados Unidos, Argentina, Brasil, etcétera, que le valieron varias medallas de oro, españolas y extranjeras, y el Gran Premio de la Primera Exposición Bienal Hispanoamericana, falleció en 1969.
En 1999 se inauguró el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo Daniel Vázquez Díaz en su localidad natal de Nerva.