Carmen Calvo

València 1950

Por: Roberto Díaz

Es una de las artistas fundamentales para entender la renovación formal y conceptual del arte español desde la década de 1990. En 1970 obtuvo el título de Publicidad en la Escuela de Artes y Oficios de València; posteriormente ingresó en la Escuela de Bellas Artes de València, que abandonó en 1975. En 1980 y 1981 disfrutó de becas del Ministerio de Cultura, y en 1983 se trasladó a Madrid como becaria de la Casa de Velázquez, donde permaneció hasta 1985. Desde ese año y hasta 1987 vivió en París con una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Desde mediados de los años setenta comenzó a exponer en Madrid y València; su obra se dio a conocer internacionalmente en 1980 cuando fue seleccionada para participar en la exposición «New Images from Spain» en el Solomon R. Guggenheim Museum, y posteriormente representando a España junto a Joan Brossa en la Bienal de Venecia de 1997.

Su trabajo parte de una reflexión de lo pictórico y sus códigos y prácticas tradicionales, incorporando a sus obras, desde mediados de los años setenta, el componente objetual fragmentario, que introduce en sus pinturas mediante elementos realizados en barro cocido y que, a modo taxonomías, nos remiten a una especie de «arqueología de la memoria». A partir de los años ochenta el recurso objetual se desarrolla en su obra, con un fuerte carácter experimental, fusionando materiales, técnicas y medios que la vinculan con el ideario y estética surrealista, como se puede ver en sus cuadros negros o «cauchos» que inició en 1996. Esta nueva mirada a la memoria del pasado a partir de documentos, fotografías y libros antiguos, y objetos de índole heterogénea que recontextualiza, manipula y altera, nos hace reflexionar sobre múltiples aspectos, desde la dimensión fetichista del objeto y la imagen, su reactivación como reliquias o exvotos del pasado, hasta la repulsa hacia las tradiciones religiosas anquilosadas y las formas represivas que ejerce la sociedad sobre el sujeto, que Calvo moldea en sus obras como una teatralización melancólica del deseo.

Su presencia en el panorama artístico nacional e internacional ha sido constante y numerosa desde mediados de los años setenta, con una primera retrospectiva de su obra en el Institut Valencià d’Art Modern (València, 1990); otra importante antológica en el Palacio de Velázquez, Museo Reina Sofía (Madrid, 2002); y, más recientemente, en el Centro de Arte Tomás y Valiente (Fuenlabrada, Madrid, 2014) y en la Sala Alcalá 31 (Madrid, 2016-2017), entre otras muchas. El reconocimiento a su obra ha sido constante desde la obtención en 1989 del Premio Alfons Roig de la Diputación de València hasta el Premio Nacional de Artes Plásticas que se le concedió en 2013.