Antoni Viladomat i Manalt

Barcelona 1678 - Barcelona 1755

Por: Javier Portús

Es una de las figuras principales del arte catalán durante la primera mitad del siglo XVIII y uno de los nombres fundamentales a partir de los cuales se ha articulado la memoria del arte local desde el siglo XIX. De hecho, es el primer pintor de ese origen que contó con una importante monografía, la de Fontanals de 1877.

Su padre, Salvador, fue un dorador establecido en Barcelona y oriundo de Berga, que murió en 1687 cuando Antoni tenía nueve años. Con su muerte no se cerró su taller, que fue regentado por su mujer, Francisca. En 1693 entró de aprendiz con el pintor Joan Baptista Perramon, y a principios de siglo tenemos las primeras noticias sobre su actividad como maestro independiente, entre ellas la ejecución de una vera efigies de san José Oriol, que murió en marzo de 1702. Seis años después llegó a Barcelona Ferdinando Galli da Bibiena, acompañando a la corte del archiduque Carlos, y su arte influyó en el de Viladomat, como ha señalado Miralpeix, aunque no tanto como la historiografía tradicional había subrayado. Tras la guerra, el pintor contaba ya con cierto prestigio profesional, y aunque hay una laguna en el conocimiento de su vida, se suceden las noticias que hablan del lugar cada vez más importante que fue ocupando en el contexto artístico barcelonés y catalán en general, pues su radio de acción se extendió a otras poblaciones como Tarragona, Berga, Girona, Breda, Horta o Mataró. Para la capilla de los Dolores de la iglesia de Santa María de esta última ciudad, realizó Viladomat uno de sus conjuntos decorativos más importantes (c. 1727-1730). Una parte muy importante de su producción se compone de ciclos de escenas religiosas, en algún caso bastante numerosos a través de los cuales se mostró como un destacado narrador y compositor. Entre los más señalados figura el que pintó para el convento de franciscano de Barcelona (Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona), que se componen de veinte cuadros sobre la vida de san Francisco, realizados entre 1729 y 1733.

Su producción pintada se adscribe al Barroco tardío e incluye también un importante número de obras devocionales aisladas, muy variadas en lo que se refiere a su temática. Se conoce una docena de cuadros de género, entre los que destaca una serie con alegorías de las estaciones del año (Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona), que constituye uno de sus conjuntos más singulares desde el punto de vista iconográfico y más atractivos en lo que se refiere a sus valores formales y narrativos. Igualmente, en las últimas décadas de su vida se acercó a la naturaleza muerta y fue autor de varios retratos. Además de su obra pintada, se han conservado algo más de cuarenta dibujos, en su mayor parte concebidos como estudios para sus cuadros.

Viladomat ha sido importante también desde el punto de vista de la historia de las reivindicaciones artísticas en Cataluña, pues planteó dos pleitos al Colegio de Pintores con objeto de defender sus derechos profesionales y zafarse del control y las limitaciones que imponían la estructura gremial. Además, a través de su taller supo ejercer una influencia importante en el desarrollo de la pintura local, y formó a discípulos como Francesc Tramulles.