Reloj de vigilante

Reloj de vigilante

  • c. 1940
  • Aluminio, latón, acero y cuero
  • 7 x 13,5 x 13 cm
  • Cat.  R_180
By:
Ignacio de la Lastra

Este tipo de relojes era utilizado principalmente por los vigilantes nocturnos para asegurar la realización efectiva de las rondas rutinarias. Consta de dos partes bien diferenciadas: el mecanismo de relojería, que da movimiento al reloj y permite que marque la hora en cada momento, generalmente indicando horas y minutos; y el sistema de registro, cuyo diseño variaba según las necesidades. Si solo era necesario registrar fichajes de 24 horas, con un disco de papel como el de los actuales tacógrafos era suficiente. Sin embargo, para periodos de tiempo más largos, semanales o superiores, era necesario un sistema de cinta de papel similar al de los antiguos telégrafos, como es el caso de este reloj.

El proceso seguido para el registro era el habitual: cuando el vigilante realizaba las rondas, llevaba consigo el reloj colgado de una correa. Cada punto de fichaje dentro del recorrido tenía una llave diferente, que solía colgar de una cadena o se encontraba en el interior de un cajetín; al llegar al lugar de control, el vigilante introducía dicha llave en el reloj, quedando registrada la hora junto al código correspondiente al punto de fichaje. 

Este método permitía comprobar de manera sencilla si el vigilante realizaba las rondas de la forma indicada y a su debido tiempo. Estos relojes mecánicos han sido fabricados por diferentes empresas casi sin variaciones, durante bastantes décadas, desde su introducción en los años 20 del siglo XX hasta finales de dicho siglo. Actualmente se utilizan sistemas similares en formato digital, en los cuales el reloj se sustituye por un dispositivo electrónico registrador, y la llave de fichaje por una etiqueta o un punto magnético.

El mantenimiento de estos relojes era reducido debido a su fabricación robusta y resistente a golpes e inclemencias, cuyo mecanismo estaba realizado en aleaciones de acero y níquel, y protegido por una funda de cuero que evitaba daños en el interior. Generalmente, la reserva de marcha de estos relojes era de 8 días, lo que implicaba que solo era necesario darles cuerda una vez a la semana. También era necesario recargar la tinta del tampón cuando las marcas de registro resultaban poco visibles.

El vigilante no tenía acceso al interior del reloj para evitar cualquier tipo de manipulación que alterara los fichajes. En la parte trasera, disponía de un orificio para dar cuerda y de una pequeña ventana en la cual se podía ver la hora y los minutos en cada momento. En la parte superior se encontraba la bocallave para introducir las llaves de los puntos de fichaje o control.

Todos los fichajes quedaban registrados en la cinta de papel, que periódicamente era extraída del reloj por la persona encargada, quien disponía de una llave adecuada, diferente de la del mecanismo de cuerda y de la de los puntos de fichaje, para efectuar las comprobaciones rutinarias.

Ignacio de la Lastra

 

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