Ceres o Pomona y Vertumno
- 1626
- Óleo sobre lienzo
- 220 x 149 cm
- Cat. P_119
- Donación en 1968
- Observaciones: Obra previamente titulada «Alegoría a los frutos (La Pomona)». Procedencia: Donación de Juan de Zavala en 1968. Tal y como indica J. Portús en la parte inferior derecha aparece la firma del artista y una fecha que tradicionalmente se ha leído como «1620», pero que últimamente se viene interpretando como «1626» (Ref.: W. B. Jordan y P. Cherry, «El bodegón español de Velázquez a Goya». Madrid. El Viso, 1995, p.45; P. Cherry, «Arte y naturaleza. El bodegón español en el Siglo de Oro». Madrid. Doce Calles, 1999, p. 168; W. B. Jordan, «Juan van der Hamen y León y la corte de Madrid» (cat. exp.), Madrid. Servicio de Publicaciones de Patrimonio Nacional, 2005, p. 178)
Ceres o Pomona y Vertumno es una obra absolutamente capital dentro de la producción de Juan van der Hamen y León e incluso en la pintura española de su tiempo y de este género. Aunque muy probablemente anterior, fue concebida para formar pareja con Ofrenda a Flora (1627, Museo del Prado), obra compuesta de modo análogo aunque en disposición simétrica especular, lo que haría muy posible su disposición hermanada. Sin embargo, el hecho de que la firma del lienzo del Prado sea de 1627 y sus proporciones algo diferentes (219 x 111 cm) hizo dudar de tal hipótesis en el pasado, aun cuando cabía suponer que existiesen series o parejas análogas de fechas diversas y que, al hilo del azar, no se hubieran conservado completas sino descabaladas. En cualquier caso, la afinidad iconográfica entre ambas siempre ha sido patente y señalada por diversos especialistas: el tema de la Pomona (así como el de la diosa Ceres) funciona como representación habitual del Verano, mientras el de Flora lo es de la Primavera.
Peter Cherry, en su texto para el catálogo Flores españolas del Siglo de Oro. La pintura de flores en la España del siglo XVII (2002, Museo del Prado), da por confirmado el origen común entre ambas obras al aportar nuevos datos sobre la peripecia de las dos pinturas: «Este cuadro [Ofrenda a Flora] hacía pareja con el del mismo autor Pomona y Vertumno, firmado y fechado en 1626 [...] en la colección del conde de Solre. Este noble flamenco era capitán de la Guardia Real de Arqueros, a la que también pertenecía el pintor, y era asimismo el propietario de la pareja de bodegones con flores y perros [...]. A la muerte de Solre, acaecida en 1638, estos cuadros fueron inventariados en la Galería Mayor de pinturas de su palacio de Madrid con la lacónica descripción de dos quadros de dos diosas una de flores, y otro de fructas que tienen de cayda tres varas poco mas o menos y de ancho dos Varas menos sesma poco mas o menos [...]. El hecho de que estos cuadros, que se encuentran entre las pinturas de figuras más bellas de Van der Hamen, fueran propiedad de Solre da fe del sofisticado gusto de este importante mecenas del artista».
En el lienzo del Banco de España coexisten los elementos más característicos del estilo de Juan van der Hamen y León. La disposición general, el modelo femenino e, incluso, el tratamiento del fondo del paisaje son indudablemente flamencos, y deben mucho a la tradición de fines del siglo XVI y a las primeras obras de Rubens visibles en la corte. Por otra parte, los efectos de intenso contraste luminoso, con sombras muy marcadas y tratamiento rotundo del volumen, que emerge iluminado sobre fondo oscuro, derivan claramente del naturalismo tenebrista caravaggiesco del que Van der Hamen es uno de los primeros y más evidentes seguidores en España. Dado lo temprano de su fecha, es una obra de singular importancia y se puede ver en ella una de las primeras y más afortunadas formulaciones de un tipo de composición exitosa que culmina, más allá del muy probable origen común o concepción como pareja pictórica, en la Ofrenda a Flora del Museo del Prado.
Desde el punto de vista iconográfico cabe destacar que es frecuente la asociación entre Ceres y Pomona, por ser dos deidades vinculadas a la fecundidad y a la recogida de frutos del agro. El hecho de que en la composición aparezca un anciano, al que la mujer, ataviada como una noble dama del Barroco, parece sin embargo inclinar la balanza hacia su identificación con Pomona, si nos atenemos a la narración que Ovidio ofrece del mito. Según este texto canónico, la diosa, soberana de árboles, jardines y huertas, escapaba de la seducción masculina y se dedicaba al cuidado de sus frutales. Pero el dios Vertumno, enamorado de ella, se hacía pasar por un inofensivo anciano para cruzar su coto vedado; ese es justo el momento escogido por Van der Hamen, ese instante de confianza entre los personajes, narrado así en Las metamorfosis del poeta latino: «Insensible a las delicias del amor, Pomona había ceñido con murallas sus jardines para impedir la entrada en ellos a todos los hombres [...]. Únicamente Vertumno, siempre servicial y humilde, lograba ganarse la confianza de la diosa y hasta penetrar en sus recintos. En cierta ocasión, admirándola con arrobamiento, le dijo así: “Maravillosa es tu obra, ¡oh, Pomona! Por todas partes abundancia y reposo admirables [...] ¡Cásate conmigo! [...] Si tú lo deseas, yo sabré permanecer joven y hermoso [...]”. Vertumno se transformó en un hermosísimo mancebo y se mostró a Pomona con el resplandor de Febo saliendo de detrás de una nube oscura».
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