El Banco de España y la ciudad
Estas líneas desean contribuir a la presentación del tesoro fotográfico que guarda el Banco de España en sus fondos. Dicho legado recoge la imagen conservada de lo que significó la aparición del Banco de España como arquitectura en las distintas ciudades españolas. Es fácil imaginar que Madrid sería la pieza angular de este puzle bancario, pues el Banco tomaba prestado de la capitalidad el énfasis arquitectónico que la ciudad le ofrecía. Su privilegiada y discreta ubicación en la plaza de Cibeles, anterior a la construcción del edificio de Correos —actual sede del Ayuntamiento de Madrid—, la cercana situación del barrio de los banqueros, esto es, el de los palacios del capitalismo de Isabel II, y la relativamente próxima ubicación tanto de la Casa de la Moneda como de la Bolsa daban a este lugar y a su edificio una significación muy particular a modo de fiel de la balanza. Conocemos su anterior historia como Banco Nacional de San Carlos, en un edificio hoy desaparecido de la calle de la Luna; como Banco Español de San Fernando, en un inmueble de la calle de la Montera igualmente derribado, y como fusión de los bancos de San Fernando y de Isabel II, en la casa de los Cinco Gremios de la calle de Atocha, hoy absolutamente alterada. Estas fueron moradas transitorias de las que apenas quedan fotografías históricas, por lo que les hemos dado una entrada literaria que pudiera equilibrar su ausencia.
Por otra parte, desde el Banco de España, cuando este ocupaba la casa de los Gremios, se fue tejiendo una tupida red de sucursales por nuestras ciudades. Dichas sucursales supusieron una suerte de sello o timbre que evidenciaba su potencial económico. A estos episodios dedicamos las siguientes páginas, en el deseo de precisar situaciones y de valorar lo hecho por el Banco de España en Madrid y en su antigua red de sucursales, cuyas fotografías, custodiadas en el Archivo Histórico del Banco, resumen con mayor viveza expresiva el largo viaje de esta institución1.
Las huellas en Madrid
La calle de la Luna
En los días en que escribimos estas líneas, permanece abierta en Madrid la bellísima exposición sobre «Goya y los orígenes de la Colección Banco de España». En el primer párrafo del catálogo se lee lo siguiente: «El Banco de España es heredero de una de las instituciones financieras más antiguas del mundo, el Banco de San Carlos, fundado en 1782 por el rey Carlos III»2. En realidad, se trata de la expresión más sencilla y directa para empezar a contar la historia de la institución, cuya función financiera fue anterior a su forma arquitectónica. Esto es, la forma sigue a la función, dicho en términos del racionalismo arquitectónico derivado de Sullivan. Empezaba así una larga historia plena de matices para perfilar la imagen del futuro Banco de España, partiendo de lejanos antecedentes, como fue la fundación del Banco de San Carlos. Conocemos con todo detalle el proyecto político-económico de este banco; sabemos de sus dirigentes; Goya retrató a sus directores; las actas de las juntas particulares y generales se conservan en el Archivo Histórico del Banco de España (las más antiguas, mostradas temporalmente en la citada exposición), y en el acta de la «Junta particular y primera que celebraron los Señores Directores del Banco Nacional en 9 de enero de 1783» se recoge el temprano interés por contar con un edificio propio y apropiado, aunque de momento se celebrasen las juntas en el domicilio particular del conde de Sástago: «Así mismo trataron y confirieron sobre elegir casa cómoda y a propósito para establecer las oficinas necesarias a las operaciones del Banco; y oídas las proposiciones que en el asunto hicieron algunos Señores acordaron unánimemente que por ahora se estableciese en la Casa del Excelentísimo Señor Conde de Sástago sita en la calle de la Luna, tomándola en arrendamiento, sobre cuyo precio, y disposición de oficinas y demás conveniente se encargó a los Señores Casamayor y Cabarrús lo tratasen, ajustasen y conviniesen con el Apoderado o Mayordomo de su Excelencia en esta Corte, valiéndose de un Maestro Arquitecto de su satisfacción para las obras que se necesitasen hacer»3. El arquitecto señalado resultaría ser Juan de Villanueva. Hoy, dada la génesis vital de la ciudad, se nos antoja algo incómoda y poco apropiada la calle de la Luna, así como el domicilio particular de uno de sus accionistas, el conde de Sástago, pero no puede olvidarse que muchas instituciones del mismo siglo XVIII tuvieron como sede inicial de sus juntas y comisiones los domicilios particulares de sus directores, socios y protectores: desde la Real Academia Española hasta la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Las mismas reuniones preliminares del Banco de San Carlos se celebraron en la casa del conde de Altamira, en la calle ancha de San Bernardo, cuyo inconcluso palacio proyectado por Ventura Rodríguez todavía asoma parcialmente por la calle de la Flor Alta, todo muy cerca del palacio de Sástago. Pero las obras aquí iban lentas, de tal modo que para la tercera Junta General de Accionistas, a celebrar el 22 de diciembre de 1784, el Banco de San Carlos, «con motivo de no estar pronta la nueva sala que ha dispuesto fabricar para sus Juntas Generales, ha acordado celebrar la próxima que convocó por la Gaceta de 12 de Octubre último en la casa del Excelentísimo Señor Conde de Altamira, que ha de presidir como primer Director el miércoles 22 del corriente a las 9 de la mañana, lo que avisa a los accionistas para su noticia»4. A su vez, la primera Junta General del Banco de San Carlos, celebrada el 20 de diciembre de 1782, había tenido lugar en el domicilio particular —«posada», le llama el acta, en el sentido de «casa propia de quien la habita»— de Manuel Ventura Figueroa, gobernador del Consejo de Castilla iarca de las Indias, que presidió el acto. Su casa estaba en la calle alta anitos. Todo un recorrido por el Madrid del siglo XVIII, como se verá.
El asunto del domicilio del Banco fue, en efecto, un tema principal desde los primeros días de su existencia, y lo demuestra el hecho de que en la Junta de Dirección celebrada el 11 de enero de 1783 lo primero que acordaron los asistentes fue arrendar la mencionada casa del conde de Sástago. Dispusieron «las obras y reparos necesarios tanto para la seguridad del edificio, como para la comodidad y decencia precisa de las oficinas; pagándose los primeros por el dueño de la casa» y dejando la obra nueva a cargo del Banco. Igualmente se discutió sobre el costo del arrendamiento, llegando a entrar en detalles sobre las «mesas, taburetes, sillas, pertrechos y demás que fuere correspondiente al adorno de las propias oficinas». Lo interesante de este episodio es que Villanueva dilató su cometido de tal modo que los directores del Banco, presionados por «los deseos del público sobre que el Banco principiase sus operaciones», decidieron llamar «al Arquitecto Don Juan de Villanueva a quien la tenían encargada [la obra]», para que «le previniesen de Orden de la Junta que si sus ocupaciones y demás obras de su cargo le impidiesen dedicarse con más actividad a la conclusión de esta, duplicando la gente desde el lunes próximo, de forma que estuviese finalizada en todo este mes la respectiva a la Caja, Direcciones, habitaciones, cuerpo de guardia, se vería la Junta en la precisión de valerse de otro Arquitecto, o Maestro de Obras que cumpliesen sus intenciones» (6 de febrero de 1783).
Como aquello urgía, Cabarrús llevó a la Junta del 20 de febrero de aquel año la proposición hecha por el conde de Atarés de vender al Banco la casa que habitaba él mismo, proposición que la Junta rechazó por la cuantía de los réditos de los censos que pesaban sobre aquella finca, el monto de la compra, el coste de las obras que habría que realizar y lo invertido hasta la fecha en la casa del conde de Sástago. Lo curioso de esta proposición es que el conde de Atarés vivía en la calle del Turco, hoy del Marqués de Cubas, es decir, una de las calles que actualmente delimitan el edificio del Banco de España. Un azar de la historia. Sin duda, aquella localización tenía mayor futuro que el de la calle de la Luna, pues la manzana 447, en la que se encontraba el palacio de Sástago, conocido a partir del siglo XIX como palacio de Monistrol, desapareció entera en 1970, para dejar paso a la nada afortunada plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, vulgo «de la Luna», en la parroquia de San Martín. En la Planimetría de Madrid5 se aprecia bien tanto la finca ocupada por el palacio de Sástago como la aneja, para la que Juan Pedro Arnal proyectó dos nuevas fachadas para oficinas varias del Banco de San Carlos. Por su parte, en el Archivo de Villa de Madrid se conservan la planta y los alzados dibujados por el arquitecto, con el visto bueno del maestro mayor de Madrid, que en el año de 1784 era Ventura Rodríguez6.
La ampliación trataba de habilitar un pequeño edificio anejo al palacio de Sástago, situado en la calle de la Luna esquina a la calle Silva, en cuyo encuentro había un sólido y viejo torreón. El proyecto contemplaba las dos nuevas fachadas: una, que tenía el mismo aspecto que la principal del palacio a la calle de la Luna, repitiendo las mismas soluciones anteriores; y otra, la nueva fachada a la calle Silva, que ofrecía una imagen renovada, cuidada y académica, con tres alturas y discretos toques clasicistas en el perfil de las cornisas, resalto de los huecos, almohadillado en el cuerpo central y algunos otros detalles similares7. Además de las distintas oficinas, había algunas viviendas, que ocuparon el secretario y otros empleados del Banco8, como también lo hizo el propio Juan Agustín Ceán-Bermúdez, el historiador, académico y crítico de arte que introdujo a Goya en el Banco de San Carlos. Ceán había estado en la Teneduría General de Libros del Banco, y pasó luego a la secretaría como oficial mayor9. Pero la pieza más notable del nuevo edificio por su capacidad era, sin duda, la Sala de Juntas de los Accionistas, tema recurrente en todos los edificios bancarios que sucedieron a este, hasta llegar al actual Salón de Juntas Generales del edificio de Cibeles.
El de la calle de la Luna era más modesto, porque más modesto era el Banco de San Carlos, pero fue suficiente para reunir a 366 accionistas en la cuarta Junta General, celebrada el 29 de diciembre de 1785, «en el magnífico Salón que ha construido el Banco»10. Aquella sala de juntas acabaría convirtiéndose, cuando el Banco dejó la casa, en el patio de butacas del teatro Buena Vista. Esto lo recoge Madoz en su conocido Diccionario, donde da cuenta de cómo se alquiló en 1825 un local de la planta baja de la casa que fue Banco Nacional de San Carlos para «colocar en él un teatro pintoresco mecánico». En 1832 se acondicionó como verdadero teatro, con su correspondiente escenario y colección de «buenas y variadas decoraciones», platea, lunetas, palcos, etc., y actuó también a modo de escuela de interpretación11. A su vez, la prensa madrileña daba periódica cuenta de las distintas funciones de teatro, música y ópera que se representaban allí —Barbieri habla de ello—, y añadía a continuación del nombre del teatro Buena Vista la coletilla: «sito en la calle de la Luna, casa que fue Banco Nacional de San Carlos». Aprovechaban así la nobleza pretérita del lugar y prolongaban en el tiempo el nombre del Banco que pronto desaparecería12. Por si fuera poco, el nombre del Banco siguió acompañando a la oficina electoral que funcionó allí durante el reinado de Isabel II, al menos para las elecciones a concejales del sexto distrito de Madrid13: la junta se celebró «en la casa donde estuvo el Banco de San Carlos, calle de la Luna». Reinar después de morir.
De la red de San Luis a Montera
Se ha dicho varias veces que, en 1823, el Banco de San Carlos adquirió una casa en la calle de la Montera. Esto es cierto, pero callamos los pormenores de esta adquisición, que solo cabe entender en el clima político general del final del Trienio Liberal y en la situación concreta que atravesaba entonces la institución. Así las cosas, revisando las actas de las juntas de gobierno del Banco de aquellos años —1823-1825—, se encuentran noticias del mayor interés para nuestro propósito, pues sabemos que el Banco compró una casa en la red de San Luis14 al marqués de Villanueva del Duero, conde de Villariezo, por la que pagó 892.000 reales de vellón, en 1823. La compra incluía una casa principal en la calle de la Montera y una segunda accesoria, con fachada a la inmediata calle Angosta de San Bernardo, hoy de la Aduana. Desde los primeros momentos hubo problemas con sus vecinos y con quienes ocuparon algunos de sus cuartos, según refiere el encargado de llevar este asunto, tal y como se expuso en la Junta de Gobierno del día 6 de agosto de 1823: le causaban «agitaciones y disgustos continuos, pues los vecinos (son 20) entendidos que se pasaban a ocupar por el establecimiento [el Banco] dejaron algunos cuartos, y todos han reclamado enseres de su propiedad, como puertas, vidrieras christales [sic], en lo que ha habido muchas contestaciones con el vendedor [el marqués de Villanueva del Duero]». A su vez, el 24 de mayo se habían alojado «por el Alcalde de aquel Barrio en el cuarto 2º que desocupó el Excmo. Sr. Marqués de Monsalud, 24 hombres del Ejército francés»15, en una palabra, que el Banco no pudo hacerse con el edificio, a pesar de haber pagado por él la suma citada. Pasó el tiempo, murió el marqués, y su viuda, la marquesa de Villanueva del Vero, tardaba en responder a los requerimientos del Banco. Este desconocía la vinculación de las casas al mayorazgo de Benito García Trasmiera, y el hecho de que dichas casas quedaban afectadas por la Real Cédula que revertía cualquier venta de bienes vinculados a su estado en 182016. Resuelta la situación a favor del Banco, la Junta de Gobierno del día 14 de abril de 1825 acordó oficiar «a los inquilinos que la ocupan en toda la planta principal y 2ª a efecto de que la desembaraçen y dejen cuanto antes les sea posible, para aprovechar el tiempo en arreglarla y situarse en ella la Dirección con sus oficinas y la mayor economía posible».
En la Junta de Gobierno de 17 de septiembre de 1825 se dio cuenta de que «las obras promovidas en la Casa propia del establecimiento y a la que se han de trasladar su Dirección y Oficinas, estaban al concluirse». Al mes siguiente, el arquitecto Juan Francisco Rodrigo había hecho un cálculo de lo que rentarían los alquileres de las habitaciones, incluyendo lo que «rinden las tiendas de la misma casa». Entre tanto, no había podido desahuciar «la Casa en que ha tenido el Banco sus oficinas, que está costando 87 reales de vellón diarios, y estando enteramente desocupada es sensible se continúen pagando hasta que se decida terminantemente si los que viven han de efectuar su mudanza» (Junta de Gobierno del día 16 de octubre de 1825). Para abreviar, diremos que resulta de interés la renta calculada de las tiendas que ocupaban la planta baja del inmueble adquirido, pues en una calle comercial como era la de la Montera suponía un ingreso alto y fijo. En el edificio se alquilaron pequeños locales para tiendas varias: una guantería, una relojería, un taller de vidriero, un despacho de lotería, un fabricante de botas y zapatos, un almacén de loza y un comercio de telas y tejidos catalanes17. No se piense que estos establecimientos, a los que había que sumar las posadas y puntos de partida de carruajes de viajeros, eran los únicos de la calle de la Montera, pues había allí también una buena serie de librerías: la de Matute e Hidalgo; la Librería Europea y Extranjera; las de López y Orea, frente a la iglesia de San Luis, en la misma acera del Banco, y la librería y gabinete de lectura de Casimiro Monier, también en la misma acera, abierta en 1823, que supuso un verdadero acontecimiento en el ámbito cultural de la ciudad. En la publicidad se decía de estos establecimientos, como un plus comercial, que estaban «en la casa del Banco», o junto al portal del Banco, lo cual acrecentaba la seriedad del negocio. Desde que el Banco se trasladó a la calle de la Montera, se convirtió en referencia callejera, compitiendo con la frontera y desaparecida iglesia de San Luis. También desaparecería esta casa del Banco, tras ocuparla un tiempo el Ateneo de Madrid y el hotel Imperial, y luego sustituirla un desdichado inmueble retranqueado, que resulta una afrenta para la historia del solar y para el significado del lugar18.
La casa de los Gremios en la calle de Atocha
El Banco de San Carlos llevaba poco tiempo en la calle de la Montera, y poco le quedaba para que, conservando su domicilio, el establecimiento se liquidara como tal Banco de San Carlos, pues, «participando de la decadencia común y constituido bajo bases, cuya equivocación tiene demostrada la experiencia, no puede corresponder en su actual estado a los objetos de su institución». De este modo, una real cédula (de 9 de julio de 1829) creó el nuevo Banco Español de San Fernando, que reemplazó al anterior. Su primera junta tuvo lugar el 24 de julio de 1829, y fue convocada en la todavía «Sala de Juntas del Banco Nacional de San Carlos» de la calle de la Montera, donde permaneció hasta 1847, cuando la institución anunció la venta en pública subasta de su casa principal de la calle de la Montera y de la accesoria de la calle Angosta de San Bernardo. El producto se distribuiría exclusivamente entre los accionistas del Banco de San Fernando19. Pero para esta fecha ya se habían producido dos hechos importantes que afectaban directamente al Banco: el primero fue la creación del competidor Banco de Isabel II (1844), y el segundo, la fusión de este, en 1847, con el Banco Español de San Fernando. Este conservaría el nombre, al fagocitar el de Isabel II. Esto supuso el traslado a un nuevo domicilio, dejando la calle de la Montera por la calle de Atocha, donde ocuparía la casa de los Gremios. Este edificio era la casa matriz de la Compañía General y de Comercio de los Cinco Gremios Mayores de Madrid. El Banco de Isabel II la había arrendado, pero cuando la Compañía se liquidó salió a subasta20, y este Banco la compró, el 9 de febrero de 1846, por 3.350.000 reales.
La fusión bancaria tuvo lugar el 25 de febrero de 1847, y el traslado del Banco Español de San Fernando, desde Montera hasta Atocha, se efectuó el 11 de octubre de 184721. El nuevo domicilio tenía evidentes ventajas, pues, por vez primera desde la creación del Banco, tras sus distintos nombres y vicisitudes, contaba con un edificio de indudable empaque representativo. Además, estaba cerca del edificio del Consulado, inmediato a la plaza de la Aduana, en una zona de pletórica actividad comercial y política, próxima a la Puerta del Sol y en un entorno más que propicio para su actividad. Aquella mudanza del Banco fue saludada con el mayor optimismo en la prensa, que propuso un intercambio de funciones y edificios desamortizados verdaderamente curioso: «Se cree fundadamente que con motivo de trasladarse el establecimiento del banco de san Fernando al local que ocupa el de Isabel II, en la hermosa casa de la compañía de los cinco Gremios Mayores de Madrid, en la calle de Atocha frente a Santo Tomás, local verdaderamente bien adecuado, se llevará la Bolsa a donde hoy está el dicho Banco de San Fernando, en la calle de la Montera; lo cual por cierto parece muy bien entendido y que será muy agradable al público y a todos los interesados. En consecuencia, quedará vacante el local de los Basilios, ocupado hoy por la Bolsa […]. ¿No pudieran trasladarse a él las oficinas de amortización que hoy ocupan el vetusto edificio de el Carmen, y dejar este para ampliación de un mercado indispensable donde pudiera constituirse parte de él cubierto?»22.
El nuevo Banco Español de San Fernando hizo una fuerte inversión en la casa, entre 1849 y 1859, «para darle seguridad, desahogo y decencia, pues que de todo eso carecía; pero no podía completarse la primera sin el aislamiento del edificio, para lo cual era necesario el derribo de la única casa que con aquél tocaba y hasta se introducía en él. Comprose, pues, esta casa en 873.000 reales […] y se dio al arquitecto el encargo de proceder desde luego a preparar la obra de la nueva fachada que había de levantarse a la parte occidental, igual en un todo a la parte oriental»23. La obra quedó concluida en 1859. Este párrafo tiene el mayor interés, pues pone en evidencia que se trataba de dejar exento el edificio. Había que dotarlo de una cuarta fachada, además de las tres que tenía el proyecto dieciochesco de José de la Ballina, informado favorablemente por Villanueva en 1788. Las tres fachadas daban a la calle de Atocha, a la plaza de la Aduana Vieja (hoy de Jacinto Benavente) y a la plazuela de la Leña (hoy convertida en calle de la Bolsa, donde estuvo la Bolsa, la Junta y el Tribunal de Comercio). Ahora, se trataba de comprar la única casa medianera, derribarla y dotar a la casa de los Gremios —ahora del Banco— de una cuarta fachada. Se dejaba libre el solar, que, a modo de calle particular, se convirtió en un jardín, como lo recoge Mesonero Romanos (1861)24 y se ve en el plano parcelario de Ibáñez de Ibero (1875). La obra, valorada en cerca de dos millones de reales, fue supervisada por los consejeros del Banco Estanislao de Urquijo y Bartolomé de Santamarca, y ejecutada bajo la dirección de Severiano Sainz de la Lastra. No hace al caso ponderar ahora el empeño en dotar al Banco de un aislamiento total, pero baste decir que en el futuro proyecto de la nueva sede del Banco en Cibeles se acusa análoga preocupación. Por ello, inicialmente el núcleo del Banco, con las cajas, se proyectó y se construyó aislado de otras dependencias, incluso del propio establecimiento25.
Hoy hemos perdido aquella imagen del Banco en Atocha, debido a las malhadadas obras que transformaron totalmente el edificio por dentro y por fuera: se le añadió una planta más (1946); se volvió a construir sobre lo que había llegado a ser un jardín; se abrió una nueva puerta a la plaza de Jacinto Benavente (1977), y se destruyó el antiguo patio interior (1977), entre otras actuaciones. De este modo, la casa de los Gremios, luego Banco de España, quedó irreconocible. Efectivamente, estando allí alojado, el Banco Español de San Fernando cambió esta denominación por la de Banco de España, siguiendo lo indicado en el artículo primero de la ley promulgada por el Ministerio de Hacienda de 28 de enero de 1856: «El Banco Español de San Fernando tomará en lo sucesivo el nombre de Banco de España»26. Con gran orgullo, el nuevo Banco puso su nombre en letras de bronce sobre el dintel de la elegante portada neoclásica que se abre a la calle de Atocha.
Sin embargo, pronto se acusó la insuficiencia del edificio, incluso su discutible situación en la ciudad, pues aun siendo la calle de Atocha una calle principal, habitada además por títulos y fortunas, el Banco parecía mirar más allá, buscando el porvenir de la institución y dejando atrás la hidalguía heredada de la calle27. Algunas muestras muy expresivas fueron el ofrecimiento al Banco de otras casas en la propia calle de Atocha, como la del número 32 (hoy 34), de Camilo Hurtado Amézaga y Balmaseda, marqués de Riscal, conocida como palacio Balmaseda, o la del bello palacio tardobarroco —hoy desaparecido— del marqués del Campo Villar, en la calle de Atocha, número 20, con vuelta a la de las Urosas28 (hoy Luis Vélez de Guevara). Esta pertenecía a José Manuel Goyeneche y Barreda, conde de Guaqui, que había sido Comisario Regio del Banco Español de San Fernando, que la compró en 1843, tras una alta valoración hecha por el arquitecto Juan Antonio Cuervo29. Casas de buena condición, sin duda, pero inadecuadas para lo que el Banco buscaba. Por ello, el Banco rechazó tales ofertas. En estos y otros peritajes de los inmuebles intervinieron los arquitectos Severiano Sainz de la Lastra y Eduardo de Adaro, hijo de José de Adaro, que había sido secretario general del Banco de España y que también vivía en la calle de Atocha, hermano de Carlos de Adaro, que sería cajero de efectos en custodia del Banco.
Hoy, muy pocos recuerdan que en este edificio estuvo físicamente el Banco de España durante medio siglo, y que fueron años cruciales en la vida y en el perfil del Banco en su fundamental actividad. Aquí se reunió periódicamente la Junta de Gobierno; aquí se citaron las juntas generales; aquí se dilucidó su futuro; aquí se custodió en armarios de hierro el que hoy llamamos Archivo Histórico; desde aquí se discutió y se proyectó el edificio de Cibeles a través de su Comisión de Obras, y aquí se aprobó la formidable red de sucursales del Banco de España, que supuso una actividad edilicia sorprendente, protagonizada por los mencionados arquitectos Sainz de la Lastra y Eduardo de Adaro.
El palacio de Cibeles
En otro lugar he tenido la ocasión de referirme a la compleja génesis del edificio definitivo del Banco de España30, situado en un lugar privilegiado en la historia de la ciudad, entonces y ahora: la plaza de Cibeles. Con sus dos fachadas principales a la calle de Alcalá y al paseo del Prado, cerca de la Casa de la Moneda (desaparecida en 1970) y muy próxima a la Bolsa de Madrid; en el borde de la ciudad vieja que mira al futuro del barrio de Salamanca; frente al barrio de los banqueros, cuyos palacetes se alineaban en el paseo de Recoletos. El Banco de España, declarado Bien de Interés Cultural en 1999, en la categoría de monumento31, fue pieza capital en la definición del paseo del Prado, y lo sigue siendo, y, en su nueva condición de bien incluido en la declaración del paseo del Prado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad (2021), sigue mirando vigilante, como antaño, a la académica fuente de la diosa Cibeles.
La presencia allí del Banco de España hizo que emergiera en su entorno un monumental barrio bancario: el antiguo Banco Español del Río de la Plata (hoy sede del Instituto Cervantes), en la calle de Alcalá con vuelta a Barquillo; el Banco de Bilbao (actual sede de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Comunidad de Madrid), también en la calle de Alcalá; el Banco Español de Crédito, en el edificio de La Equitativa, en Alcalá con vuelta a la calle de Sevilla, y, unido al anterior por esta calle, el Banco Hispano-Americano, en la plaza de Canalejas, la última obra de Eduardo de Adaro32.
El proceso de proyecto y ejecución del edificio central del Banco de España resulta ciertamente singular, pues entre lo ideado inicialmente y lo construido después media un mundo de cambios difícil de imaginar. Baste decir que lo que comenzó siendo la compra de la casa, la huerta y los jardines del palacio del duque de Sesto y marqués de Alcañices, en la calle de Alcalá con vuelta al paseo del Prado, terminó por fagocitar la manzana entera entre la calle y el paseo citados, la antigua del Turco, hoy del Marqués de Cubas, y la nueva, abierta en la segunda mitad del siglo XIX, con el nombre de los Madrazo, que comunicaba directamente la antigua de la Greda con el paseo del Prado. Pero lo más curioso fue el procedimiento: se adquirió la posesión del duque de Sesto y marqués de Alcañices (1882); Adaro visitó los bancos más notables de Europa; se celebró un concurso público de proyectos para el nuevo edificio del Banco de España, que fue muy controvertido; se aprobó el proyecto definitivo (1883), que fue premiado en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1884), y, finalmente, no se ejecutó dicho proyecto, pese a que las obras ya se habían iniciado ese mismo año. La primera idea fue hacer dos edificios distintos sobre el solar del duque de Sesto: uno principal y exento para los servicios generales del Banco (cajas de efectos, Consejo de Gobierno, juntas generales, despacho público, etc.), con su fachada principal en el chaflán que todos conocemos sobre la plaza de Cibeles, y otro edificio accesorio inmediato, pero separado del principal, con fachada al paseo del Prado (talleres y máquinas de fabricación de billetes, viviendas de jefes y dependientes, Dirección General y Delegación Provincial de Contribuciones, etc.).
Comenzadas las obras, se vio la imposibilidad de incluir en aquellos dos espacios distintos, y no muy amplios, el complejo y dilatado programa de las funciones del Banco. Por este motivo, en 1885, el Banco hizo una oferta de compra a la congregación de San Fermín de los Navarros por el solar que ocupaba su iglesia, sobre la que fue casa y jardín del conde de Monterrey en el Salón del Prado, lindando con el citado solar adquirido al duque de Sesto. En aquel mismo año, Eduardo de Adaro y José María Aguilar, el arquitecto que sucedió a Lorenzo Álvarez Capra, que, a su vez, ocupó el puesto que había dejado libre Sainz de la Lastra tras su fallecimiento, plantearon la conveniencia de adquirir parte del terreno que ocupaba el jardín de la Escuela de Ingenieros de Caminos, que tenía fachada a la calle del Turco. De este modo, se alargaría la fachada del Banco sobre el Prado hasta llegar a la calle de los Madrazo. Se convertiría en la fachada principal, con su escalera de honor correspondiente, centrada, y la del chaflán en Cibeles quedaría como fachada secundaria. La calle de los Madrazo, prolongación de la calle de la Greda, era de nueva apertura (1856-1870) y transcurría a través de los solares y jardines que fueron del duque de Villahermosa y que habían pasado a nuevas manos. Por ello, no tenía edificaciones que demoler. Esto animó al Banco a adquirir aquellos solares a los propietarios Bernardo Losada, conde de Bagaes, y Francisco de Paula Retortillo, y a ejecutar la modificación del proyecto (1887). Las obras cogieron un impulso definitivo, y el edificio logró inaugurarse, en presencia real, en 1891.
A partir de aquí, la imagen ciertamente monumental del Banco de España obligó de algún modo al Ayuntamiento a reconsiderar la situación y la imagen urbana del llamado «platillo de la Cibeles», esto es, la plaza en su encuentro con el paseo del Prado y de Recoletos, en todo muy distinta a lo que hoy conocemos33. En poco tiempo, la plaza pasó por varias reformas, como fue el traslado de la fuente de Cibeles al centro de la plaza y el giro de su eje hacia la Puerta del Sol; la cesión de parte de los jardines del palacio de Buenavista, junto a los que estuvo la fuente34, y su nueva alineación; el concurso para el nuevo edificio de Correos35; la alteración de los niveles de los viales y la plaza que afectó al chaflán del Banco36, etc. En todas las reformas, se menciona el edificio del Banco como piedra angular. Así, tras la cesión por el Estado de los terrenos de Buenavista, en 1898, se fue rehaciendo la plaza, que se llamó en aquellos años de Madrid y, más tarde, de Castelar (1900), antes de nombrarla de nuevo plaza de Cibeles. En aquellos momentos, esta entró en cierta competencia con la Puerta del Sol, pero no le faltó el reloj del Banco para dar fe del paso del tiempo.
En 1918, la creciente actividad del Banco de España, ya instalado en su nueva sede, hizo pensar en una nueva ampliación por la calle de Alcalá, a efectos de repetir la fachada «larga» del paseo del Prado. Para ello había que adquirir la inmediata casa y los jardines que fueron del antiguo y ya fallecido consejero del Banco Bartolomé Santamarca. El Banco la compró en 1923; intentó acomodar sus instalaciones en los elegantes salones de Santamarca37, pero, finalmente, derribó el edificio en 1926 y encargó a José Yárnoz Larrosa, entonces arquitecto del Banco, un proyecto de ampliación por la calle de Alcalá, repitiendo miméticamente la imagen que tenía el Banco sobre el paseo del Prado (1927). Esta mímesis se ceñía a su imagen urbana, pues la distribución interior resultaba absolutamente nueva, así como su aspecto, propio de los años en que se llevó a cabo (1929-1934). Yárnoz dejó una excelente maqueta del Banco de España, que podía abrirse por dos secciones de la nueva ampliación38. Cuando el crecimiento físico del Banco de España parecía estabilizado, siguió avanzando, al ocupar prácticamente las líneas de manzana que dan a Marqués de Cubas y a Los Madrazo. Desaparecieron entonces los edificios en los que estuvo la sede de la Sociedad Editora Universal, con las redacciones de El Heraldo de Madrid y El Liberal, donde, después de la Guerra Civil, abrió su librería la editorial Afrodisio Aguado. Igualmente se derribó el cine Gong, proyectado por Teodoro Anasagasti, el cine que al parecer frecuentaba Azorín y desde cuya sala podía accederse al bar Gong, que tenía acceso por el número 25 de la calle de los Madrazo. El proyecto de esta ampliación, poco adecuado para la poderosa y cuidada imagen del Banco de España hasta entonces, se debe a Javier Yárnoz Orcoyen. Este abandonó la idea inicial de Juan de Zavala, que interpretó como menor, y dejó allí la ingrata sensación de haber proyectado dos fachadas traseras, faltas de ambición alguna (1969-1975), lo que nunca debió ocurrir.
El episodio final de estas huellas del Banco de España por Madrid lo escribió Rafael Moneo sobre el solar que fue del edificio Calamarte, inmueble sujeto a un veleidoso litigio legal, espejo de intereses encontrados que ahora no hacen al caso. El solar en cuestión tiene fachada a la calle de Alcalá, con vuelta a la calle del Marqués de Cubas, y perteneció como accesoria al marqués de Casa Riera, que tenía el palacio al otro lado de la calle. Allí se construyó el edificio que absurdamente se conoció en sus últimos días como «palacio Lorite», para potenciar su interés, pero que no fue palacio sino edificio de viviendas, y Lorite, el nombre del arquitecto que lo proyectó por encargo del Banco Calamarte, gerente de los servicios técnicos municipales dedicado a temas de urbanismo. El Banco Calamarte, uno de los muchos que surgieron en Madrid en las inmediaciones del Banco de España, se había constituido en 1920; tuvo su domicilio social en Marqués de Cubas, 5, y sus oficinas abiertas al público, en la calle de Alcalá, 44-46. En 1942, estas pasaron por absorción al Banco Pastor y el inmueble estuvo ocupado por el hotel María Cristina, pensiones varias y viviendas de alquiler. El Banco adquirió el edificio y solar, y convocó en 1978 un concurso restringido39 para ampliar sus instalaciones en este delicado punto40. Fallado dicho concurso en favor de la propuesta de Rafael Moneo, la licencia de derribo se dilató administrativamente hasta extremos difíciles de aceptar. Finalmente, las obras pudieron abordarse entre 2001 y 2006. A nuestro juicio, la realización final mejoró la propuesta de tal modo que, contemplando la historia del edificio de un modo sumario, cabe interpretar este último acto como una vuelta al comienzo, es decir, una solución en chaflán tomada del primer edificio de Adaro en Cibeles, pero repetida con personalidad, respeto y distancia. Esto permite reconocer el Banco de España de un modo inmediato desde la perspectiva que ofrece la Gran Vía, al tiempo que no rompe el equilibrio de la fachada a Alcalá y resuelve bien el encuentro con la difícil fachada de Marqués de Cubas.
En paralelo a esta última ampliación, el Banco de España, en su interminable y creciente actividad, construyó en 1992 un nuevo edificio lejos de Cibeles, para descongestionar los servicios del edificio central, pero en la misma calle de Alcalá, en la que fue la carretera de Aragón. Así surgió la sede de Alcalá, 522, obra de José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, que no tuvo las ataduras formales ni urbanísticas propias del corazón de la ciudad, y se situó frente a lo que en otro tiempo fueron tierras, huertas y jardines del conde de Torre Arias.
Otras ciudades y sucursales
Desde el comienzo de su vida, el Banco, por su propia función, precisó de agentes, comisionados y representantes en España y fuera de España, bien a título personal, bien a través de sociedades de crédito y casas de comercio. Estando el Banco en la mencionada casa de Gremios, la Ley de 28 de enero de 1856, por la que el Banco Español de San Fernando pasó a llamarse Banco de España, recoge igualmente en los primeros apartados el reconocimiento de los bancos de Barcelona y Cádiz como bancos emisores hasta expirar la concesión de aquella prerrogativa, así como el establecimiento por parte del Banco de España en el término de un año de «sucursales en Alicante, Bilbao, Coruña, Málaga, Santander, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza». En su reglamento dedica toda una casuística a la administración y emisión de billetes por parte de dichas sucursales41. Surgió así una primera serie de sucursales, cuya actividad finalizó con el Decreto de Echegaray de 1874. Por este decreto, el Banco de España obtuvo el monopolio de emisión y absorbió a los bancos provinciales que quisieron mantener aquella vinculación, y dejó a los demás como bancos comerciales, pues él mismo se iba a convertir en un banco nacional. Por esta y otras razones análogas, en aquella fecha también apareció una «segunda oleada» de sucursales, esto es, las de Jerez de la Frontera, Vitoria, San Sebastián, Palencia, Reus, Santiago, Pamplona, Tarragona y Oviedo42, que necesitaron edificios con cierta urgencia para sus oficinas.
En otra ocasión ya traté la imagen arquitectónica de estas y otras sucursales que les siguieron, que alcanzaron el elevado número de setenta, de las que hoy solo se conservan activas como tales oficinas bancarias un total de quince43. Unas han cambiado de uso, pero están relacionadas con la Administración, como la de Cáceres, que hoy es sede de la Delegación de Economía y Hacienda; la de Calatayud, que acoge a su Ayuntamiento, o la de Logroño, actual Dirección General de Salud Pública y Consumo de La Rioja. Otras alteraron totalmente su función, sirviendo a los municipios de apoyo cultural, como sucede con la sucursal de Ferrol, actualmente biblioteca municipal; la de Antequera, convertida en casa de la cultura, o la de Cabra, que hace las veces de Museo Arqueológico Municipal44. En definitiva, todo un patrimonio arquitectónico distribuido por diferentes ciudades de muy distinto orden, pero siempre con el objetivo de acercar a estos núcleos urbanos la gestión bancaria oficial, que, no olvidemos, incluía la recaudación de contribuciones, lo que suponía un elemento conflictivo y a la vez dinamizador de las sucursales45. En sus comienzos, estas ocuparon una serie de notables edificios arrendados a sus propietarios. Después, unos se reformaron y otros se derribaron para construir sobre su solar otro edificio acorde con las necesidades de gestión y vivienda del director y los empleados de la sucursal. Siempre se buscó una calle o plaza céntrica, y fue frecuente que se eligiera un solar disponible o edificado que permitiera incorporar las actividades del Banco a la zona más viva y representativa de la ciudad. En este proceso, ciertamente complejo, de anuncios, ofertas, tasaciones, proyectos y presupuestos desempeñaron un papel fundamental la Comisión de Sucursales, el inspector de Sucursales y los arquitectos del Banco, por este orden46.
Tomemos como ejemplo el nacimiento y las vicisitudes de la sucursal de Alicante, que, con la de Valencia, es la más antigua, pues data como tal de 1856, es decir, de la primera generación de sucursales. En 1885 llegó a la Comisión de Sucursales la situación precaria en la que se encontraba la de Alicante y se acordó «[q]ue pase a informe del Inspector de Sucursales Sr. de Nó [Eduardo de Nó] y del Arquitecto del Banco el estudio, presupuesto y planos formados para instalar la sucursal de Alicante en el edificio recientemente adquirido en la Calle de la Victoria»47. Este breve texto puede dar una idea de los pasos dados por todas y cada una de las sucursales, que darían lugar a una atractiva monografía en la que, teóricamente, también se retrata la ciudad: aparece una toponimia hoy alterada o desaparecida; se nombra a sus gentes; se mide la respuesta del comercio, y son noticia sobresaliente en la prensa local.
Efectivamente, un real decreto, de 23 de mayo de 1858, autorizaba al Banco de España a establecer una caja sucursal del Banco de España en Alicante, para dar a la ciudad los servicios bancarios establecidos en las leyes orgánicas, estatutos y reglamentos del banco central. «Este Real decreto —recoge la prensa— viene a tener su exacto y cabal cumplimiento con la instalación de la sucursal mandada establecer, que ha tenido lugar en la mañana del día 21, en el salón de juntas que la misma tiene en el edificio propio de D. José Amérigo, calle de la Princesa, donde se hallan situadas todas sus dependencias […]. El Banco de España extiende, pues, por medio de la citada sucursal, hasta esta ciudad los beneficios que al país reporta su institución; y de hoy en adelante los comerciantes y propietarios de Alicante, todas las demás personas, en fin, dedicadas a operaciones comerciales o industriales […]»48. José Amérigo fue un «comerciante capitalista, propietario y administrador de la sucursal del Banco de España»49, banquero de honda raíz en la ciudad de la que llegó a ser alcalde, domiciliado en la calle Mayor, 2, en un inmueble de su propiedad construido en el solar que ocupó un convento dominico del siglo XVI, entre la mencionada calle y la de la Princesa, hoy de Rafael Altamira. En este inmueble todavía se conserva un pasaje que mantiene el nombre de Amérigo, al que se abría el modesto local del Banco, haciendo esquina a la calle de la Princesa. En él estuvieron las primeras oficinas de la sucursal de Alicante, cuyo croquis inicial, con su primera y sencilla distribución, se conserva en el Archivo Histórico del Banco50.
El sitio, sin duda, era céntrico, pero el Banco, siempre calculador, debió de pensar que, como en otras ocasiones, resultaba más rentable adquirir un edificio que hacer frente a una renta alta51. Por ello, enterado de la situación judicial en que se encontraba la cercana y céntrica casa de la calle Victoria, número 2, con vuelta a la plaza de la Constitución, antes y ahora Portal de Elche, el Banco la compró a su propietario, Matías Garcías Moll, por la cantidad de 85.000 pesetas, pocos días después de conocerse la sentencia del Consejo de Estado52 que se hizo pública el 10 de febrero de 1885. El arquitecto alicantino José Guardiola Picó hizo el proyecto de reforma en abril de 188553 y la sucursal de Alicante pronto alcanzó tal rendimiento que, en 1900, el arquitecto Eduardo Adaro firmó en Madrid el alzado con la «reforma necesaria para agregar al edificio que actualmente ocupa la sucursal de Alicante, el contiguo adquirido»54 en la calle de Bilbao, número 1.
Hoy ya no existe ni uno ni otro edificio, y ha desaparecido también la propia calle de la Victoria, ensanchada y fagocitada por la prolongación del paseo —hoy rambla— dez Núñez hacia el sur, iniciada en 1941. Subsiste la calle de Bilbao, sí, pero los edificios que han surgido borran cualquier huella de aquella amable ciudad que fue Alicante en torno a 1900. Esta manzana y su arquitectura se hallan irreconocibles hasta extremos difíciles de describir. Para el paseante curioso queda la explicación de la imagen de la Santa Faz que aparece en la fachada del actual edificio, que mira a los jardines del Portal de Elche, a la altura de la primera planta. Esta piadosa efigie de gran devoción en la ciudad de Alicante fue incorporada en este edificio por su arquitecto, Juan Vidal y Ramos (1888-1975). Este repitió la que tuvo en el mismo lugar y orientación el desaparecido inmueble comprado por el Banco y dibujado por Adaro, que incluía la imagen. Una vez más, todo ello se conserva en el Archivo Histórico del Banco.
También resulta irreconocible el paseo, avenida o rambla de Méndez Núñez, así como los edificios en altura surgidos a un lado y a otro del que fue, tipológicamente hablando, un verdadero y original paseo de Méndez Núñez, con paseadero elevado. En él, en 1943 José Yárnoz Larrosa proyectó la nueva sucursal del Banco de España, sobre el antiguo solar del convento de Madres Capuchinas55, para el que años atrás, en octubre de 1931, el mencionado arquitecto Juan Vidal, autor de una numerosa obra en la ciudad, había presentado un cuidado proyecto de edificio exento. El edificio de Yárnoz, también exento, resulta más sobrio, pues busca una imagen con el sello de empresa que fue caracterizando sus proyectos para diferentes sucursales, de tal manera que se reconociera fácilmente su adscripción bancaria. Así sucede con esta sucursal alicantina, en otro tiempo edificio sobresaliente del paseo y hoy el de menor volumen, pero de nobleza y serenidad mayores que las de todos los de su entorno juntos. A su interés formal se une el hecho de que no solo ha sobrevivido al disparatado planeamiento urbanístico de la zona, sino que, habiéndose inaugurado en 1947, en el año 2022 se mantiene abierta, y conserva su grata escala edilicia, hoy perdida en la ciudad.
Las juntas de accionistas recibían anualmente información puntual sobre el estado general del Banco, incluyendo lo concerniente a las sucursales. Esta información se recoge en unas Memorias, que proporcionan datos muy aprovechables para nuestro propósito. En ellas se distinguen las decisiones, dudas y aplazamientos sobre solares, obras y edificios, y su lectura transmite el pulso sucursal del Banco. Por ejemplo, en la Memoria de 1906, leemos que «[t]erminada la construcción de los nuevos edificios destinados a las Sucursales de Cáceres y Ciudad Real, ambas tienen ya instaladas en aquellos las respectivas oficinas. Continúan las obras necesarias para concluir el edificio de la Sucursal de Jerez, y se ha adquirido una casa para la de Badajoz y un solar para construir la de Oviedo, si bien no se ha llegado a acordar, por ahora, las edificaciones de esta última plaza y la de Logroño, por no gravar, mientras sea posible, con ese activo no computable, el resultado del estado de proporcionalidad derivado del art. 4º de la Ley vigente. Las 47 fincas propiedad del Banco figuran en el balance valoradas en 11.800.000 pesetas». A continuación, mencionaba las sucursales que conforme al Reglamento al finalizar el año 1905 se encontraban en condiciones para celebrar Junta General de Accionistas, es decir: Alicante, Barcelona, Bilbao, Burgos, Cádiz, Córdoba, La Coruña, Gijón, Jerez, Logroño, Málaga, Murcia, Oviedo, Palma, Pamplona, San Sebastián, Santander, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid, Vigo, Vitoria y Zaragoza. Finalmente, se notificaba a los accionistas que se habían establecido corresponsales en las plazas de Ceuta y Melilla, y se estudiaba la posibilidad de crear una dependencia suya en Tánger, así como en otras poblaciones del Norte de África, asunto que examinaba el Consejo del Banco «sin prescindir en él de la prudencia que el caso requiere»56.
Por este camino, cabe recorrer parte de la historia de nuestras ciudades desde la óptica del Banco de España. En ella se superponen con perfiles coincidentes las vicisitudes de la secuencia solar-edificio-sucursal-derribo. Personalmente, me atraen los lugares y edificios, conservados o fotografiados, que ocuparon las antiguas sucursales del Banco en el pasado, pues tienen la capacidad de transmitir lo que fuimos y lo que hicimos con esfuerzo y tenacidad. Por ello miro con veneración la sucursal de Palma, que ocupa inamovible desde 1874 el mismo lugar en el que el Banco asentó sus reales. Disfruto recuperando la memoria perdida de ciertas sucursales, como es el caso de la primera que tuvo Játiva, situada en el edificio de las Escuelas Municipales. Sobre la transformación de dicha sucursal, el Archivo Histórico del Banco conserva una documentación gráfica memorable. Son muy importantes las sedes de Barcelona, Sevilla o Zaragoza, con edificios rotundos del siglo XX. Me distraigo con las sucursales de ciudades menores, como Logroño o su competidora de Haro. Me asomo a la historia de la sucursal de Bilbao, en la calle del Banco de España, y su porfía con el Banco de Bilbao. En fin, me atraen muy especialmente la serie de aquellas que, como antecedente de la presente obra, en el pasado siglo recogieron cuidadas ediciones sobre la historia del Banco de España: la aparecida en 192457 o la de 1936, en la que además se reproducen las sedes de las agencias de París y Londres, Larache y Tetuán, así como la representación de Tánger58. Un preciado legado urbano, arquitectónico y documental, al que se suma la presente obra con el mayor entusiasmo.
Pedro Navascués Palacio
Notas
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Elena Serrano y Patricia Alonso (2019), Primeras fotografías del edificio del Banco de España (1891), Madrid, Banco de España. ↩︎
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Catálogo de la exposición 2328 reales de vellón. Goya y los orígenes de la Colección Banco de España [Comisarias: Manuela Mena y Yolanda Romero], Madrid, Banco de España, 2021, p. 1. ↩︎
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Archivo Histórico del Banco de España: Actas de la Junta de Dirección del Banco Nacional de San Carlos (1783), ms. sign. 00013, f. 1v. Las referencias citadas del año 1783 están tomadas de este volumen. ↩︎
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Archivo Histórico del Banco de España: Actas de las Juntas de Accionistas del Banco Nacional de San Carlos (1782/1788), ms. sign. 000212, f. 126v. ↩︎
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BNE, Mss/1669: «Libro quinto de Planimetría general de Madrid hecha por orden de S. M. de las manzanas desde el número cuatrocientos y uno hasta el quinientos inclusive», vol. 5, f.1. ↩︎
AVM (Archivo de la Villa de Madrid) 1-49-111: «Licencia a Don Juan Antonio Brun López apoderado del conde de Sástago para reedificar en la calle de la Luna, la que ocupó el Banco de San Carlos, 1784». ↩︎
En el expediente del AVM, Arnal dibuja dos soluciones, una larga y muy elemental, que recoge toda la fachada disponible sobre la calle Silva, y otra más corta, de cinco huecos, en la que se dan las referidas notas académicas. ↩︎
Rafael Moreno Fernández (2009), El personal del Banco de España: desde su origen en el siglo xviii hasta fin del siglo xix, vol. 1: «El Banco de San Carlos», Estudios de Historia Económica, n.º 54, Madrid, Banco de España, p. 43. El autor comenta, además, que fue habitual en la futura historia del Banco de España, en la central y en las sucursales, contar con viviendas para el director y para algunos de sus empleados, señaladamente para los cajeros. ↩︎
Teresa Tortella (2004), «El doble inicio del archivo del Banco de España:1782-1982», en Estudios en homenaje a Ángel Rojo, vol. II, «Economía y cambio histórico», Madrid, Editorial Complutense, pp. 63-84. Ceán, además, actuó como apoderado de algunos accionistas. Las actas recogen otros muchos datos de su paso por el Banco. ↩︎
Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid, febrero de 1786, número XXVI, Madrid, Imprenta Real, p. 147. En las páginas siguientes da otros datos sobre el Banco de San Carlos: los gastos habidos en 1785, en la obra nueva del Banco; arrendamiento de la casa, carpinteros, cerrajeros, bancos para la sala de juntas, etc., sin omitir lo «Pagado al Pintor por el retrato del Sr. D. Joseph de Toro Zambrano» (ob. cit., p. 157), es decir, los 2.328 reales de vellón abonados a Goya por el retrato del que fue unos de los primeros directores del Banco, expuesto en la muestra citada más arriba. Goya cobró entonces muy poco más que el cerrajero y muy poco menos que el librero. ↩︎
Pascual Madoz (1847), Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, t. X, Madrid, p. 779. ↩︎
Diario Oficial de Avisos de Madrid, 26/6/1837, p. 4. ↩︎
El Clamor Público, 19.5.1844, p. 3: «El distrito 6º que comprende los barrios de Pizarro, Estrella, Silva, Desengaño y parte de la Puerta del Sol. La junta se celebrará en la casa donde estuvo el Banco de San Carlos, calle de la Luna». ↩︎
Así se llamaba en el siglo XVIII el tramo alto de la calle de la Montera, hasta llegar a la calle Angosta de San Bernardo, hoy de la Aduana. ↩︎
Archivo Histórico del Banco de España. Órganos de Gobierno: «Libro cuarenta y tres de acuerdos de la Junta de gobierno del Banco nacional de San Carlos. Desde 12 de julio de 1823 a 25 de marzo de 1826», ms, sign. 000200, ff. 18 y 18 v. ↩︎
«Real Cédula de S. M. y Señores del Consejo por la cual se reponen los Mayorazgos y vinculaciones al ser y estado que tenían en 7 de Marzo de 1820, y que los bienes que se les haya desmembrado á consecuencia de los decretos y providencias de las tituladas Cortes, se restituyan á sus actuales poseedores en los términos que en ella se previene», León, imprenta de la viuda de Santos Rivero, 3 de marzo de 1824. ↩︎
Félix Luis Baldasano (1959), El edificio del Banco de España, 2.ª ed., Madrid, Banco de España, p. 63. ↩︎
Pedro Navascués Palacio (2022), El Ateneo y su arquitectura, Madrid, Ateneo (en prensa). ↩︎
El Clamor Público, 25.9.1847, p. 4. Fue necesaria una segunda convocatoria con un nuevo pliego de condiciones (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 1.11.1847, p. 2). ↩︎
Diario Oficial de Avisos de Madrid, 5.1.1846, p.1. ↩︎
Casimiro Rufino Ruiz (1859), Máximas mercantiles, Madrid, Imp. de Operarios, p. 224. ↩︎
El Eco del Comercio, 7.4.1847, p. 4. ↩︎
Ramón Santillán (1865), Memoria Histórica sobre los Bancos Nacionales de San Carlos, Español de San Fernando, Isabel II, Nuevo de San Fernando y de España, t. 2, Madrid, T. Fortanet, p. 134. ↩︎
Ramón de Mesonero Romanos (1851), El antiguo Madrid. Paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa, Madrid, F. de P. Mellado, p. 156. ↩︎
Véanse los planos del solar del Banco de España en la calle de Atocha, que compró el Estado en 1891, y el del emplazamiento del primer proyecto en Cibeles, en Elena Serrano García (2015), Planos históricos de los edificios del Banco de España: Madrid y sucursales, Madrid, Banco de España, pp. 103 y 49, respectivamente. ↩︎
Gaceta de Madrid, 29 de enero de 1856, p. 1. ↩︎
Carmen Rubio (1973), «La calle de Atocha», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, núm. 9, pp. 81-116. ↩︎
AVM: 1-44-83. ↩︎
Marqués del Saltillo (1948), «Casas madrileñas del siglo XVIII y dos centenarias del siglo XIX», Arte Español, Revista de la Sociedad Española de Amigos del Arte, t. XVII, pp. 30-34. ↩︎
Pedro Navascués Palacio (1982), «El Banco de España en Madrid: génesis de un edificio», El Banco de España. Dos siglos de historia. 1782-1982, Madrid, Banco de España, pp. 91-129. Nueva edición ampliada en El edificio del Banco de España, Madrid, Banco de España, 2006, pp. 24-75. ↩︎
BOE, 31 de diciembre de 1999, p. 46565. ↩︎
Pedro Navascués Palacio (2014), Canalejas Madrid. Evolución de un espacio urbano, Madrid, Centro Canalejas, pp. 1-171; y nueva versión (2021), en «Historia de un espacio urbano», en Centro Canalejas Madrid. Un hito en la transformación de la ciudad en el siglo xxi, Madrid, Centro Canalejas, pp. 123-243. ↩︎
José López Sallaberry, «Proyecto de reforma del platillo de la Cibeles. 1891», AVM, 13-98-8. ↩︎
«Expediente promovido por varios Sres. Concejales, interesando se gestione del Ministerio de Guerra la cesión de la parcela de terreno necesaria para la total reforma de la Plaza de Cibeles, antigua Plaza de Madrid.1892-1898», AVM, 13-98-11. ↩︎
Felipe Mario López Blanco y Luis Montesino y Espartero (1904), La nueva Casa de Correos. Proyecto presentado al concurso anunciado en la Gaceta de 21 de agosto último, Madrid, Imp. y lit. de la viuda e hijos de Terceño, pp. 34 y 37. ↩︎
«Al verificarse la alineación oficial para el Banco de España, el Ayuntamiento le marcó las rasantes, con sujeción a las cuales se construyó el edificio, procurando los directores de este que sus plantas de entrada quedaran a una altura conveniente sobre la calle; después se han hecho tres reformas sucesivas en la plaza de la Cibeles o de Castelar, subiendo todas ellas el piso de la plaza y quedando como resultado final demasiado baja la entrada por el chaflán», en José Grases Riera (1905), Mejoras y reformas en Madrid. El Parque de Madrid, Los Jardines del Buen Retiro, El Salón del Prado, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, pp. 35 y 36. El tiempo fue subiendo el nivel de las aceras inmediatas y las obras actualmente en curso, por la calle de Alcalá, así lo dejan ver. ↩︎
Pedro Navascués Palacio (1984), «La casa-palacio y el asilo Santamarca», en Colección Santamarca. Pinturas restauradas en 1983, catálogo de la exposición, Madrid, Banco Exterior, pp. 15-18. Con los beneficios de la venta de la casa se financiaron en parte los gastos del colegio-asilo Santamarca, terminado en 1928, en el término conocido como «de las cuarenta fanegas», hoy inmediato al parque de Berlín. ↩︎
Francisco Aguera Cenarro (1931), «El Banco de España se amplía», Nuevo Mundo, 4 de diciembre, núm. 1969, pp. 16 y 17. A este excelente modelo, hoy perdido, se refiere la Memoria de 1929 cuando dice que «las casas adquiridas en la calle de Alcalá, por la imperiosa necesidad de ampliación de las actuales Oficinas, el Consejo conoce ya el proyecto definitivo, modelo, planos, presupuestos y gráficos que utilizará oportunamente, y de cuyo proyecto podréis formaros una idea perfecta con el modelo presentado al efecto por el Sr. Arquitecto», p. 11. ↩︎
«Ampliación del edificio central del Banco de España en Madrid: anteproyectos presentados», Arquitectura (COAM), 1981, núm. 228, pp. 43-47. ↩︎
Rafael Moneo (1981), «Ampliación del edificio central del Banco de España en Madrid: anteproyecto desarrollado a partir de la propuesta elegida por el banco», Arquitectura (COAM), núm. 228, pp. 48-56. ↩︎
Leyes Orgánicas, Estatutos y Reglamento del Banco de España, Madrid, Aguado, impresor de Cámara de S. M. y de su Real Casa, 1856. ↩︎
Carles Sudrià Triay y Yolanda Blasco-Martel (eds.) (2016), La pluralidad de emisión en España, 1844-1874, Bilbao, Fundación BBVA. ↩︎
Pedro Navascués Palacio (2015), «Arquitectura del Banco de España», en Elena Serrano García (ed.), Planos históricos de los edificios del Banco de España: Madrid y sucursales, Madrid, Banco de España, pp. 11-38. ↩︎
Elena Simarro Ruiz (2014), «Adaptación de sucursales del Banco de España a fines museísticos», Intervención, pp. 77-101. La autora cita varias obras sobre el Banco de España sin precisar su autoría. ↩︎
Lluis Castañeda (2001), El Banco de España (1874-1900). La red de sucursales y los nuevos servicios financieros, Estudios de Historia Económica, núm. 41, Madrid, Banco de España, pp. 49 y 50. ↩︎
Lluis Castañeda (2001), ob. cit: «Una de las tareas de control en la que la comisión fue notablemente quisquillosa recaía sobre los gastos en obras y en adquisición de mobiliario. Como era de esperar, la comisión siempre pedía el mayor ahorro posible, pero solo se negó alguna obra o adquisición de mobiliario a sucursales con pérdidas. También se encargaba de la compra de solares y construcción de edificios para las sucursales. Los directores de cada oficina gozaron en una primera etapa de bastante libertad para alquilar el local o comprar un solar donde edificar, contratar un arquitecto y proceder a la obra», p. 69. ↩︎
Cit. por Rafael Moreno Fernández (2008), Los servicios de inspección del Banco de España: su origen histórico, Estudios de Historia Económica, núm. 53, Madrid, Banco de España, p. 100. ↩︎
Gaceta de los Caminos de Hierro, 29.8.1858, p. 350. ↩︎
Luis Marty Caballero (1863), Anuario general del comercio, de la industria y de las profesiones de la magistratura y de la administración…, Madrid, Oficinas del Anuario, p. 104. Allí figura José Gabriel Amérigo en el apartado de los banqueros de Alicante. ↩︎
Para cualquier aspecto relacionado con la documentación gráfica que obra en el Archivo Histórico del Banco, es inexcusable la consulta de la catalogación realizada por Elena Serrano, citada en la nota 25. ↩︎
Memoria leída en la Junta General de Accionistas del Banco de España… 1886 (1885): «En Alicante se ha comprado una modesta casa donde se puedan alojar las oficinas del Banco, excusando los crecidos alquileres que de largo tiempo se pagaban, y también en Granada y en Jaén se ha concertado la adquisición de casas a propósito para acomodar las Sucursales en condiciones ventajosas», Madrid, Imp. de Manuel Ginesta, p. 33. ↩︎
«Real decreto-sentencia, absolviendo a la Administración de la demanda interpuesta por Matías Garcías Moll, contra la Real orden expedida por el Ministerio de Hacienda en 8 de junio de 1880 que anuló la venta hecha para el pago del impuesto de derechos reales de la casa número 2 de la calle de la Victoria de Alicante», en Colección legislativa de España. Competencias y sentencias del Consejo de Estado. Año 1884, Madrid, Imp. del Ministerio de Gracia y Justicia, 1885, pp. 741-786. ↩︎
Elena Serrano García (ed.), Planos históricos de los edificios del Banco de España: Madrid y sucursales, Madrid, Banco de España, pp. 144 y 145. ↩︎
El Liberal, 10/7/1900, p. 4. ↩︎
El solar del Banco de España había pertenecido al convento de Madres Capuchinas, fundado a finales del siglo XVII, entonces extramuros de la ciudad. El estudio más completo sobre las vicisitudes que ha atravesado este solar hasta su expropiación por el Ayuntamiento de Alicante y posterior adquisición en subasta por el Banco de España se encuentra en la tesis doctoral de María del Carmen Cortés Sempere, defendida en la Universidad de Alicante (2016), sobre Las clarisas capuchinas en el Alicante de la Época Moderna, pp. 405-483. ↩︎
Memoria leída en la Junta general de accionistas del Banco de España, los días 6 y 11 de marzo de 1906 (1906), Madrid, Imp. de los hijos de M. G. Hernández, pp. 33-34. ↩︎
José Ruiz de Arana, Juan Aguilera Fernández y César Ortiz Velarde (1924), 50º Aniversario de la fundación del Banco Nacional de España, 19 de marzo 1874-1924, Madrid, Banco de España, Fototipia de los Sres. Hauser y Menet. ↩︎
Cayetano Montero Rebollo y Antonio de Zárraga Hernández (1936), El Banco de España: información gráfica, 1936, Madrid, Asociación General de Empleados del Banco de España. ↩︎