Le Corbusier con piña

Le Corbusier con piña

  • 2005
  • Impresión directa en dibond
  • 180 x 225 cm
  • Edición 1/5
  • Cat. F_103
  • Adquirida en 2007
Por:
Isabel Tejeda

Se trata de dos de las pocas obras a las que Gonzalo Puch ha puesto título a lo largo de su trayectoria. Aunque sus inicios fueron pictóricos, su trabajo más conocido se centra en la fotografía y la instalación. Gonzalo Puch recrea escenarios efímeros que suele montar en su casa o en espacios que frecuenta, como las aulas en las que es docente en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Suelen ser escenografías a modo de pequeños y abigarrados paisajes de blancas y frágiles construcciones de cartón pluma.

Pero no hay trampa y sí mucho cartón en las fotografías de Puch: la ficción se muestra sin ambages. Irónico y cómico, la ciudad blanca e impoluta de grandes edificios y cruzada por autopistas voladas que construye en Le Corbusier con piña (2005) se vuelve surreal cuando de inmediato apreciamos que todo gira en torno a un frigorífico abierto, que las zonas boscosas son en realidad las macetas de casa y que la imagen se remata con una piña apoyada en un estante. Una piña gigante en la ciudad soñada por el arquitecto suizo, que creyó que el urbanismo de las ciudades y el diseño arquitectónico podían cambiar el mundo. Se alquilan, se venden, países, regiones, carreteras... (2005) es una fotografía que muestra la puesta en escena de una ciudad construida en su estudio con cachivaches, macetas, tierra, frutas y esferas que recuerdan la arquitectura ilustrada visionaria. Su título denuncia que en el paisaje todo está a la venta; de hecho, la ciudad y el campo construidos por Puch tienen carteles visibles de que son, y solo son, ofertas comerciales.

Isabel Tejeda

 
Por:
Isabel Tejeda
Gonzalo Puch
Sevilla 1950

Inició su trayectoria artística como pintor en su ciudad natal, si bien pronto su trabajo derivó hacia la escultura y la fotografía. Este artista andaluz construye escenarios frágiles de cartón pluma, asépticos «incidentes», como le gusta llamarlos, que algunos personajes habitan temporalmente hasta que son fotografiados. Estas tramoyas de objetos se montan sobre —o se mezclan con— los bártulos que normalmente pueblan su propia casa o los espacios en los que imparte clases, lo que no deja de estar en consonancia con una de las metas del arte contemporáneo: la disolución de los límites entre el arte y la vida. Sus blancas arquitecturas, que tienen como antecedente los Merzbau de Kurt Schwitters, son sin embargo efímeras. Estos pequeños mundos encerrados en una habitación se ofrecen como la materialización de una idea que nunca permite ser interpretada y se construyen para ser habitados solamente el tiempo que dura la toma fotográfica; de esta manera se niega el propio concepto fotográfico de instantánea y, obviamente, de «verdad», ya que, como ha indicado José Lebrero Stals, su obra debe entenderse como un «documento-ficción». De hecho, en la obra de Puch lo que resulta más complicado es la clasificación, ya que finalmente el resultado es un encuentro de disciplinas como teatro, performance, fotografía, vídeo, etcétera, que se niegan a la adjetivación, un trabajo que busca nuevos límites para el lenguaje visual contemporáneo que paradójicamente se muestra irónico y frío a un tiempo.

Gonzalo Puch ha expuesto en la Fundación Antonio Pérez (Cuenca, 2002); la Universidad de Salamanca (1997); el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla, 2004); o en Jardín Botánico de Madrid en el marco del Festival PHotoEspaña (Madrid, 2006), entre otros.

Isabel Tejeda

 
«Flores y frutos. Colección Banco de España», Banco de España (Madrid, 2022-2023).
VV. AA. Colección Banco de España. Catálogo razonado, Madrid, Banco de España, 2019, vol. 3.